
En un escenario político convulsionado, Javier Milei parece manejar con cierta destreza la política tradicional, al anunciar medidas como la baja de retenciones para el campo, buscando calmar a sectores claves sin perder fuerza electoral. Sin embargo, detrás de escena, la verdadera jefatura de La Libertad Avanza se juega en un terreno mucho más oscuro: la tiranía de su hermana, Karina Milei, quien castiga a quien se atreve a disentir.
Este modelo autoritario, que recuerda los peores métodos del kirchnerismo, impone disciplina absoluta sin ofrecer una contrapartida clara. La persecución contra figuras como Santiago Caputo, o el desplazamiento forzado de otros referentes históricos como Ramiro Marra y Victoria Villarruel, es la prueba de que la agrupación libertaria avanza no por adhesión política sino por miedo.
Mientras los “pibes” que alguna vez fueron el alma rebelde del proyecto ayudaron a encender la chispa joven que catapultó a Milei al poder, hoy parecen ser solo la masa de maniobra que Karina utiliza para blindar su liderazgo. Sin una conducción política real que traduzca las demandas sociales, el movimiento se encamina hacia la descomposición interna.
En paralelo, el poder de los primos Menem -Eduardo “Lule”, Martín, Adrián y Shariff- crece en las sombras, marcando el ritmo con intendentes y legisladores y mostrando que el verdadero poder se juega en las internas de la familia y el círculo cercano, no en el debate público ni en la construcción política.
El liderazgo paralelo de figuras como Guillermo Francos es solo testimonial. Cada intento de ejercer autoridad es rápidamente neutralizado por la estructura de mando de Karina, que parece conducir un partido que se parece más a una secta que a una fuerza política seria.
Este autoritarismo interno suma a un problema más profundo: la base social que sostiene a La Libertad Avanza se está estrechando. La dispersión del apoyo popular hacia sectores medios, altos y la Argentina rural, junto a un creciente hartazgo social, empieza a resquebrajar la promesa inicial de cambio que ofrecía el “mileísmo”.
La frialdad del consumo, las calles vacías en el conurbano y la ausencia de apoyo económico oficial a candidatos bonaerenses alertan sobre la falta de un proyecto político viable. Sin inversión para campañas, sin respaldo territorial sólido, el movimiento libertario enfrenta el riesgo de ser fagocitado por la casta que dice combatir.
Finalmente, la soledad de Karina en la conducción política es un riesgo que puede terminar desnudando todas las debilidades del proyecto. Obligada a controlar con mano dura, la hermana de Milei solo podrá mantener a raya las disidencias con amenazas y mensajes digitales, pero ese estilo autoritario carece de la fortaleza política necesaria para sostener un espacio que busca instalarse a largo plazo en la política argentina.