
Florencia Arroyos es marplatense, fotógrafa de Marca Deportiva y de otros medios de manera freelance. Le apasiona hacer retratos, y hace tan sólo 15 días vivió el mayor desafío de su carrera: cubrir de punta a punta el Mundial de Clubes desarrollado en Estados Unidos, donde el Chelsea de Enzo Fernández se coronó campeón frente al temible PSG.
Ni bien aterrizó en Buenos Aires, comenzaron a llamarla de una innumerable cantidad de medios gráficos, radiales y televisivos debido a su impecable trabajo. Por su lente pasaron cientos de futbolistas, pero también hinchas de casi todos los equipos y hasta las máximas autoridades que pisaron el campo de juego del estadio MetLife en Nueva York: el presidente de Estados Unidos Donald Trump y el titular la FIFA, Gianni Infantino.
En un diálogo exclusivo con NewsDigitales en su ciudad natal, Arroyos revivió cómo fue el proceso de esta experiencia, que comenzó en 2024 con los trámites migratorios en el consulado estadounidense y de acreditación ante el órgano rector del fútbol internacional.
-¿Cuál fue tu sensación cuando llegaste a Estados Unidos?
-Uy, y… primero como que sentía muchos nervios. Esa sensación, ese vértigo de estar en un evento tan grande y afuera de mi país, de mi lugar, porque acá para nosotros la Ciudad de Buenos Aires está cerca y si te toca cubrir Copa Argentina o lo que sea en otros lados, no es lo mismo. Acá estamos siempre, por más que sea un evento FIFA o un partido de Argentina, Copa Libertadores. Pero allá es distinto el entorno, la gente, otro idioma, y viajaba con gente que no conocía.
-La primera decisión era definir el alojamiento: River jugaba en Seattle y Boca en Miami...
-Totalmente. Primero estuve en Miami, hice base ahí y ya después me fui a Nueva York en la última fase. Pero bueno, alquilamos un departamento entre varios y ahí estuvimos conviviendo. Ibamos, veníamos, éramos como la casa de Gran Hermano también, porque había gente que venía por unos días y luego se iba. Después también nosotros, a su vez, viajábamos por otros lados. Había algunos que se iban a cubrir a Seattle, Atlanta, y yo en un momento me fui a cubrir a Orlando, entonces íbamos y veníamos.
-¿Te mezclaste con las hinchadas?
-Con las de Boca y River sobre todo. Pero al equipo de River no lo pude cubrir porque no fui a Seattle. Era un vuelo de 8 horas, digamos que lo mismo que se tarda desde Miami a Buenos Aires. Así que bueno, nada, decidí hacer base en Miami y estuve ahí mucho tiempo con el hincha de Boca. Inclusive en todos los banderazos y en las previas.
-¿Sentías que eran locales?
-Sí, fue tremendo, y de hecho se sintió hasta la ausencia de Boca cuando quedó fuera del Mundial. porque por más que se llenaran los estadios o haya hinchadas que cantaran como nosotros, el fútbol argentino es otra cosa, el hincha argentino es mucho más pasional, lo vive de otra manera y no para de cantar.
-¿Cuál fue tu momento más emocionante de toda la cobertura?
-La final, sin dudas. Fue el momento más emocionante porque una vez que terminó el partido me quedé editando en el campo de juego. Cuando terminé y empecé a recolectar mis cosas, ya no quedaba nadie. Los jugadores se habían empezado a ir. Y ahí me agarró una emoción porque dije, ¡qué zarpado!, o sea, como 30 días fotografiando esto. De repente estoy fotografiando a los campeones, la sorpresa de terminar fotografiando a Trump, al presidente más importante a nivel mundial. Me agarró una emoción que no termino de explicar. Recordé de repente mil cosas, desde mis coberturas en el Minella hasta cuando iba a la cancha con mi papá de chiquita.
-Debe de haber sido algo parecido al momento de Messi cuando le decía a su familia: “Ya está, ya llegué”, ¿no?
-Sí, tal cual fue eso, porque en algún momento también como el proceso sentía que ya no podía más por el ritmo del laburo, por todo, por un montón de cuestiones como que dije, bueno, ¿y ahora qué hago? Cuando se comenzaron a ir todos los argentinos, yo me iba a Nueva York a seguir cubriendo el Mundial, o sea, una locura.
-Y te quedaste sola en la Casa de Gran Hermano…
(risas) Y me quedé sola en la casa de Gran Hermano, sí. En un momento me dije: ¿qué hago? ¿Me vuelvo, como se vuelven todos? Lo pensé pero mi familia me dijo que no. “Si te volvés te vas a arrepentir porque nunca supiste hacer las cosas por la mitad, nunca supiste hacer a medias” me resaltaron. Y esa frase retumbó en mi cabeza, porque era la verdad.
-¿Cómo manejaste los aspectos técnicos de la cámara con tanto calor e iluminación?
-Fue complicado laburar porque las cámaras se apagaban. Para refrigerarlas teníamos toallas blancas que cada uno se llevaba, las humedecíamos y se las poníamos a los equipos encima. Hacía tanto calor que se recalentaban y los sensores que tienen de calor las apagan por seguridad. Y no hay nada para hacer ahí. No hay nada peor para un fotógrafo que se te apague la cámara. Entonces hubo momentos en los que no podíamos trabajar. Y es duro, pero también tenés que tener la frialdad para que no te ganen las emociones, la ansiedad, y dejar de que todo pase.
-¿Cuál fue tu foto favorita?
-Y la de Rodri Bataglia creo que es mi foto favorita. También fue porque la sentí como parte del proceso. Fue como la primera foto que dije: “Vine a esto al Mundial de Clubes”. Cuando metió el gol se vino a festejar para el lado que estaba yo, tenía el angular en la mano y le hice un retrato gritando. Para mí fue como en el momento justo.
-Pensé que me ibas a decir la de Enzo Fernández junto a sus hijos…
-Sí, puede ser también, pero los fotoperiodistas soñamos con el festejo de gol, para nosotros el festejo de gol es todo. Cuando hay goles y están del otro lado, o sea que se te fueron a festejar a otro lugar del campo, es un garrón. Podés tener las fotos de jugada, todo bien, pero la realidad es que la que puede ser foto de portada, la que es tapa, la que vende, es el festejo de gol.
-¿Y la foto de jugada, las peleas, las tarjetas?
-La jugada también tiene sus cuestiones, su fuerza, su acción. Lo que sí desestimo o no le doy tanta importancia es la foto de equipo. Me parece que no tiene emocionalidad. Aparte es una foto estática. No es la misma emoción cuando sacás que se están peleando por la pelota, se están por agarrar a piña o el árbitro sacando la amarilla, porque es parte del juego y de la acción misma. Que tengas la foto de los jugadores quejándose tiene mucho más significado y más peso que una foto de equipo.
-¿Cómo fue tener a un clic a Mbappé y Luka Modric?
-Con Mbappé estábamos en el banco de suplentes, lo tenía ahí cerquita, le dije “¡Kylian!”, y me saludó con el dedo de aprobación. El es muy serio. Muy distinto a Luka, que es todo sonrisa y como que todo el tiempo está relajado. Con Luka también tuve una primera chance que le dije, “Hola Luca”, me respondió con otro hola y no disparé.
-Te guardaste el momento
-Me guardé el momento para mí. Pero después en otro partido estaba cubriendo justamente al Real Madrid y ahí sí, adentro de la cancha él se vino caminando para donde estaba yo, me miró y donde me miró, clic. Le hice unas fotos mirándome. Después en la final, con Enzo, fue también un poco de ese orgullo de que sea argentino y me enfoqué bastante en él, sobre todo porque era el único campeón del mundo con dos parches en su camiseta. Aparte me llegó, en la final las emociones están más a flor de piel y cuando lo vi, justo me tocó que se quedara de mi lado. Cuando terminó el partido le agarró un ataque de llanto muy grande y era como un nene chiquito, los compañeros iban y lo abrazaban.
-Y después le sacaste la famosa foto con sus hijos
-Yo siempre llevo como una impresora portátil. Nunca les doy las fotos, sobre todo porque nosotros no podemos tener contacto con los jugadores. Pero cuando ya había terminado todo, ya no quedaba nadie y estaba vacío el estadio, él se estaba retirando y sentí que era la oportunidad. El me estaba mirando mientras alzaba a sus hijos, una escena súper tierna. Capturé ese instante y me pareció como un lindo recuerdo. A mí me encanta el retrato, siento que es lo que nos transporta, es la mirada del otro. La cercanía, porque uno hasta como hincha lo que quiere es estar cerca de los jugadores, y la gente pagaría por estar en el lugar que estamos nosotros, y siento que el retrato realmente al espectador le da esa cercanía que también merece.
-Para el mundial del año que viene, ¿qué aprendizajes te dejó esta experiencia?
-Como aprendizaje, que se trabaja mucho más de lo que uno espera (risas), pero otra cosa que me llamó la atención y que me encantó fue la camaradería entre compañeros, la amabilidad, la forma de ayudarnos entre nosotros, la comunidad que se iba formando. Yo llegué a estar 36 días fuera de mi casa, entonces en esa situación estábamos un poco todos iguales y el compañerismo y el poder apoyarnos entre nosotros fue muy importante. Por ahí alguno decía: “Che, necesito la foto de equipo y no la hice, ¿alguien la hizo?", "Sí, tomá”. Tan simple como eso. O mismo en el partido, cuando lo tenés al lado y ves que está editando pero de pronto viene una jugada y le avisás: “Che, mirá, agarrá la cámara que puede venir un gol”. Ese compañerismo realmente fue hermoso, tanto dentro como fuera de la cancha.
-¿Y hay cosas que no repetirías o deberías corregir?
-El lugar. Yo creo que es muy estratégico el lugar donde te parás detrás del arco. Eso digamos que no lo elegís, y hasta un cierto punto, porque a las 48 horas se abre un check-in del partido y a las 24 horas se abre para que vos puedas elegir tu asiento. Entonces ahí juega un poco la suerte también para ver qué lugares hay libres, pero lo tenés que decidir en algo así como 30 segundos. Tenés que tener súper estudiada la cancha para decidir rápido en qué lugar querés trabajar.