
Hace exactamente un año, Tailandia y Camboya firmaron un acuerdo de alto el fuego tras cinco jornadas de enfrentamientos armados que dejaron 36 muertos y más de 300.000 desplazados. El pacto, alcanzado el 28 de julio de 2024 en Putrajaya, Malasia, fue celebrado como un avance clave para la paz regional. Sin embargo, los avances reales han sido escasos, y la frontera sigue siendo un punto caliente de tensión.
La tregua evitó una escalada mayor, pero no logró desactivar los factores estructurales del conflicto, especialmente la disputa territorial en torno al templo de Preah Vihear. Aunque las tropas se replegaron parcialmente y se reabrieron pasos fronterizos, el diálogo diplomático permanece estancado y los mecanismos de supervisión avanzan con lentitud.
Las causas del conflicto no han sido resueltas. El fallo de la Corte Internacional de Justicia a favor de Camboya en 1962 sigue sin ser plenamente aceptado por Tailandia, y los reclamos territoriales resurgen en cada elección o crisis interna. En el último año, se registraron al menos tres incidentes menores con intercambio de disparos, aunque no pasaron a mayores.
La región continúa altamente militarizada, con presencia de artillería y patrullas constantes. A pesar de los compromisos asumidos, los ejercicios militares cercanos a la frontera y las declaraciones nacionalistas de funcionarios de ambos países reavivan la tensión.
Un año después, decenas de miles de desplazados siguen sin poder regresar a sus hogares. Muchos permanecen en campamentos improvisados, sin servicios básicos. Las ONG denuncian demoras en la reconstrucción y falta de coordinación estatal.
Escuelas y hospitales afectados por los combates todavía no han sido reparados. Los corredores humanitarios existen en el papel, pero la inseguridad y la falta de recursos frenan su implementación efectiva.
La mediación internacional, liderada por Malasia y respaldada por Estados Unidos y China, fue decisiva para el alto el fuego. Sin embargo, en los meses siguientes, la atención global se desvió hacia otras crisis, como Taiwán y Ucrania, dejando a la región sin apoyo constante.
El expresidente Donald Trump, que había presionado con aranceles, ya no tiene influencia directa, y las nuevas administraciones se muestran más cautas. La ASEAN, aunque comprometida, carece de herramientas para garantizar cumplimiento efectivo.
La creación de un comité mixto militar y las zonas desmilitarizadas transitorias no lograron construir confianza duradera. A un año del armisticio, crece la percepción de que el conflicto puede reactivarse ante cualquier provocación o accidente.
Expertos en relaciones internacionales estiman que la probabilidad de una nueva escalada en los próximos doce meses es del 45 %, especialmente si no se implementan reformas de fondo y mecanismos de arbitraje imparcial.
🕊️ Tailandia y Camboya firman la paz... tras presión de Trump 🌏
— Tendencia Noticias (@TNnoticiasMx) July 28, 2025
En un giro diplomático inesperado, Tailandia y Camboya acordaron un alto el fuego inmediato e incondicional desde la medianoche del 28 de julio, tras cinco días de intensos combates fronterizos que dejaron más de… pic.twitter.com/2xeVUEd7lx
La paz entre Tailandia y Camboya pende de un hilo. A doce meses del acuerdo, las promesas incumplidas, la lentitud diplomática y el abandono internacional amenazan con desandar lo poco que se logró. La frontera no es solo una línea geográfica: es un espejo de las fragilidades políticas de la región