30/07/2025 - Edición Nº904

Internacionales

Desarrollo sostenido

China: pobreza extrema erradicada, pero surgen nuevas amenazas

29/07/2025 | Aunque erradicó la pobreza extrema, China enfrenta nuevos desafíos estructurales que amenazan con revertir su ascenso social.



En las últimas cuatro décadas, China protagonizó una transformación histórica: pasó de ser una economía agraria empobrecida a convertirse en la segunda potencia económica mundial. Esta transición implicó sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza extrema, según cifras del Banco Mundial y el PNUD, lo que representa el 75 % de la reducción global durante ese periodo.

Este logro fue impulsado por estrategias como la “campaña de alivio dirigido”, una política que focalizó recursos de forma precisa en comunidades rurales vulnerables. El país proclamó en 2020 la eliminación de la “pobreza absoluta”, un hito que se inscribió con fuerza en el relato oficial del Partido Comunista. Pero la historia no termina allí: lo que en su momento fue una hazaña, hoy abre la puerta a una etapa de desafíos más complejos y menos visibles.

Pobreza relativa y riesgo de retroceso

Aunque el umbral de pobreza extrema definido por el gobierno fue superado, la vulnerabilidad sigue latente. Un 17 % de la población vive con menos de $6.85 dólares diarios (PPA), una cifra que expone la persistencia de condiciones precarias en grandes franjas rurales y urbanas. Más aún: el 38 % de los habitantes se ubica en lo que los expertos llaman “clase media vulnerable”, una categoría que sobrevive con ingresos modestos pero con escaso margen ante crisis económicas.

Este fenómeno da cuenta de una transición social incompleta. Las mejoras en ingresos no siempre han sido acompañadas por una red sólida de protección social. Sin reformas estructurales profundas, como el fortalecimiento del sistema de salud, pensiones y educación, el riesgo de que millones de personas recaigan en la pobreza es alto, particularmente en regiones del interior.

Crecimiento moderado, desafíos estructurales

El Banco Mundial proyecta para 2024 un crecimiento del PIB chino del 4.9 %, ligeramente superior al de 2023, aunque por debajo del promedio de décadas pasadas. Esta moderación refleja problemas estructurales: una demanda interna debilitada, incertidumbre en el sector inmobiliario, y pérdida de confianza tanto en el consumo como en la inversión privada.

Además, el modelo exportador e industrial que sostuvo el ascenso chino muestra signos de agotamiento. El futuro exige una transición hacia una economía basada en servicios, innovación y bienestar, algo que implica repensar no solo el aparato productivo sino también el contrato social. Sin esa transformación, la estabilidad económica podría verse amenazada en el mediano plazo.

Equidad y sostenibilidad como deuda pendiente

El auge económico ha sido desigual. Las regiones costeras se han beneficiado de manera desproporcionada en comparación con provincias del oeste y norte del país. También persisten brechas significativas de género, acceso a servicios públicos y oportunidades laborales, especialmente entre trabajadores migrantes y sectores rurales.

El sistema hukou —registro de residencia— sigue siendo una barrera para el acceso igualitario a servicios sociales en zonas urbanas, perpetuando condiciones de ciudadanía de segunda clase para millones. Reformar este sistema es una condición clave para avanzar hacia una sociedad más equitativa y resiliente.

Desarrollo humano: el otro termómetro

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por el PNUD mostró avances notables en China: de 0.410 en 1978 a 0.752 en 2017, una mejora que lo ubica en la categoría de desarrollo alto. Sin embargo, ese indicador también revela nuevas metas: salud mental, medio ambiente, cohesión social y acceso igualitario aún requieren políticas integrales.

El país enfrenta ahora una paradoja: es más rico, pero más vulnerable. Las condiciones de vida han mejorado, pero los desafíos cualitativos que definen el bienestar moderno —como seguridad, salud integral, participación ciudadana— son aún puntos débiles en la estructura del poder chino.

Realidades y faltas 

China logró una hazaña sin precedentes al erradicar la pobreza extrema, pero enfrenta ahora el desafío de sostener esos avances en un contexto más exigente. Las tensiones estructurales, las desigualdades persistentes y una economía menos dinámica son señales de alerta para un país que ya no puede seguir creciendo solo con más infraestructura o exportaciones.

Lo que está en juego no es solo la estabilidad económica, sino la posibilidad de consolidar una clase media genuina, estable y protegida. Para ello, el próximo salto no será en cifras, sino en calidad: consolidar derechos sociales, garantizar igualdad de acceso y redibujar el vínculo entre el Estado y sus ciudadanos.