
En plena campaña de cara a las legislativas de septiembre, Axel Kicillof busca posicionar a la provincia de Buenos Aires como el contrapunto del Gobierno nacional de Javier Milei. Su discurso en Miramar, con foco en la inauguración de un centro de salud, apunta a marcar la diferencia entre un Estado que, según su lectura, se retira, y otro que se compromete con la gestión pública y el cuidado social.
El gobernador no sólo denuncia la “paralización” de las obras públicas nacionales sino que subraya un problema de fondo: la creciente presión que el ajuste y las políticas económicas del Ejecutivo central ejercen sobre el sistema sanitario, traducida en una mayor demanda en hospitales públicos y en el cierre de puertas para amplios sectores que ya no pueden costear la salud privada.
Esta estrategia responde a un cálculo político: la Provincia necesita fortalecer su base electoral en el interior, donde el impacto de las políticas nacionales es más visible y los servicios públicos se vuelven un diferencial electoral clave. El vínculo entre la gestión local y la construcción de relato permite a Kicillof disputar el voto por la vía de la gestión efectiva y la defensa del Estado como garante social.
Por otro lado, la elección de acompañantes como la senadora Fernanda Raverta y el ministro Gabriel Katopodis no es casual: representan el ala más política y territorial del kirchnerismo, que busca capitalizar el descontento con las políticas liberales de Milei y su efecto sobre la cotidianeidad de los bonaerenses.
Al mismo tiempo, Kicillof busca instalar la narrativa de que detrás del discurso de libertad y ajuste que propone La Libertad Avanza, hay un modelo excluyente que profundiza las desigualdades y deteriora derechos esenciales. En este sentido, la campaña bonaerense se convierte en un terreno de disputa simbólica sobre qué proyecto de país y de provincia prevalecerá.
Finalmente, esta apuesta también revela la tensión creciente entre el poder provincial y el nacional, en un contexto donde la relación es tensa y marcada por la falta de coordinación. Kicillof, con esta recorrida, no sólo hace campaña, sino que lanza un desafío político claro: su gestión y su modelo son la alternativa frente a la política de desguace y ajuste que identifica en el gobierno de Milei.