14/09/2025 - Edición Nº950

Internacionales

Monarquía e islam

La apuesta de Carlos III por el islam que sacude a la monarquía

30/07/2025 | Carlos III ha mostrado una cercanía sin precedentes con el islam, generando elogios y polémicas por igual.



Desde mucho antes de su ascenso al trono, Carlos III mostró un interés singular por el islam. Esta inclinación, que en principio podría interpretarse como parte de una diplomacia religiosa moderna, ha adquirido un peso inédito en su reinado, provocando interrogantes sobre los límites de la neutralidad institucional en una monarquía parlamentaria. Mientras la Casa Real intenta proyectar una imagen de unidad y apertura religiosa, las acciones y discursos del monarca parecen inclinarse reiteradamente hacia una fe en particular.

A medida que la sociedad británica se vuelve más plural, se espera que sus instituciones encarnen esa diversidad sin privilegiar ninguna corriente. Sin embargo, cuando el propio rey, figura simbólica del Estado y referente de la Iglesia Anglicana, concentra sus gestos públicos hacia una religión específica, el principio de equilibrio interreligioso entra en tensión. El problema no radica en el reconocimiento cultural, sino en la insistencia y selección constante de una sola tradición.

Un rey y una religión: acercamiento persistente

En 1993, pronunció la conferencia "Islam and the West" en el Oxford Centre for Islamic Studies, donde elogió sin reservas la herencia intelectual y espiritual del islam. A diferencia de otros discursos que buscaban el balance, Carlos destacó lo que consideraba una decadencia espiritual del cristianismo moderno, sugiriendo que el islam podría ofrecer respuestas que Occidente habría perdido. Este tono, lejos de ser anecdótico, ha marcado una constante en su pensamiento.

Posteriormente, se reveló que había estudiado el Corán y aprendido árabe para leerlo en su lengua original. Su rol como patrono del Oxford Centre y su participación en programas como el Young Muslim Leadership Programme muestran un compromiso sostenido, pero también una direccionalidad clara. Pocos gestos similares ha tenido con otras confesiones religiosas, lo que alimenta la percepción de favoritismo simbólico.

El título en disputa: “Defensor de la Fe”

Carlos III ha propuesto reinterpretar el histórico título de "Defensor de la Fe" como "Defensor de todas las fes". Aunque esta postura ha sido celebrada por líderes interreligiosos y comunidades minoritarias, también ha generado resistencia entre sectores anglicanos tradicionales. Para ellos, el monarca está obligado a preservar una continuidad institucional y teológica, no a rediseñar su papel con criterios personales.

El debate no es meramente semántico. Se trata de una cuestión de legítima representación, cuando un rey enfatiza una religión en particular dentro de su reinterpretación ecuménica, el principio de equidistancia se vuelve difuso. Es precisamente esa ambigüedad la que ha provocado desconcierto en parte de la opinión pública y en algunos líderes religiosos.

Gestión simbólica y diplomacia peligrosa

En julio de 2025, el rey inauguró una nueva ala en el centro islámico de Oxford que lleva su nombre. En la ceremonia, saludó a los asistentes con un “Assalamu Alaikum” y habló sobre la necesidad de comprender el islam en tiempos de conflicto global. Aunque sus palabras buscaban tender puentes, varios analistas consideraron que el monarca nuevamente se excedió en la exaltación de una fe en particular, dejando de lado otros credos.

A esto se suman sus intervenciones en temas políticos sensibles. En 2006, tras las caricaturas de Mahoma, Carlos condenó duramente la "falta de sensibilidad cultural" en Occidente, sin matizar su discurso ante las libertades de expresión. Este tipo de posicionamientos son problemáticos cuando provienen de una figura que no puede ni debe expresar parcialidad en debates ideológicos o confesionales.

La omisión del extremismo

Uno de los puntos más críticos en torno a la figura del rey es su silencio frente al extremismo islámico. Mientras se multiplica su presencia en foros y eventos vinculados al islam moderado, rara vez ha hecho mención expresa a los riesgos que representa la radicalización en Europa. Este silencio, para muchos, es interpretado como una forma de evitar incomodar a sus interlocutores preferenciales.

La omisión no es neutra. En un continente marcado por atentados, redes de radicalización y tensiones comunitarias, la falta de equilibrio en los discursos reales se vuelve un factor de preocupación institucional. El rey, como figura de unidad, está llamado a sostener una narrativa que reconozca el pluralismo sin dejar de advertir sobre amenazas reales.

Equilibrio o erosión

Carlos III ha buscado ejercer una monarquía moderna, inclusiva y abierta a otras culturas. Pero su inclinación persistente y unidireccional hacia el islam ha cruzado líneas que ponen en juego el carácter simbólico del trono. El problema no es su admiración religiosa, sino su insistencia en hacer de esa afinidad una agenda constante.

Para que la monarquía británica siga siendo válida como institución que une a una nación diversa, es necesario que su jefe de Estado practique una neutralidad activa. No basta con no discriminar; hay que representar sin favoritismos. En ese equilibrio, hoy tambaleante, reside la verdadera fuerza del trono.