
El gobernador Hugo Passalacqua presentó un ambicioso presupuesto para 2026, que alcanza los 4 billones de pesos y prioriza la inversión social con casi el 70% del gasto total. En un contexto nacional marcado por la reducción o eliminación de transferencias, Misiones se consolida como una provincia que apuesta a la autarquía fiscal, buscando garantizar la continuidad y calidad de servicios básicos como educación y salud pública.
Acabo de presentar, en el plazo constitucional, el proyecto de ley del Presupuesto General para la Administración Pública de la Provincia 2026, que asciende a $4.092.995.715.000 (pesos cuatro billones noventa y dos mil novecientos noventa y cinco millones setecientos quince mil).… pic.twitter.com/yOPqz3a2Xq
— Hugo Passalacqua (@passalacquaok) July 29, 2025
La decisión de mantener un perfil alto en inversión social, en medio de un escenario adverso, no solo responde a una lógica económica sino también a un posicionamiento político. Frente a un Gobierno nacional que ajusta recursos y debilita el rol estatal en el interior, Passalacqua se muestra como un gestor provincial que busca fortalecer la legitimidad de su administración mediante la mejora tangible del bienestar ciudadano.
El gobernador no esquivó la crítica hacia la administración central, denunciando el recorte en aportes vitales como los fondos de ANSES, incentivos docentes y programas de salud. Esta falta de recursos constituye una señal política clara de las tensiones entre Nación y Misiones, que se traduce en un desafío abierto para la gobernabilidad local y la sostenibilidad de políticas públicas sin depender del apoyo federal.
Desde un punto de vista fiscal, la estrategia de Misiones de desendeudamiento es notable. Tal como remarcó el economista Alejandro Pegoraro, la provincia redujo su deuda pública de niveles insostenibles en los 90 a una cifra históricamente baja hoy, lo que otorga una estabilidad financiera poco común en el país. Este equilibrio fiscal contrasta con la estrategia de ajuste que propugnan figuras del oficialismo nacional como Luis "Toto" Caputo o el propio Javier Milei, quienes plantean reducciones presupuestarias que podrían perjudicar aún más a las provincias.
En el terreno político, la postura de Misiones es un gesto de autonomía y resistencia frente a la centralización del poder y la crisis económica nacional. La provincia no solo se muestra autosuficiente, sino que también cuestiona el modelo de ajuste que recae sobre las provincias menos preparadas para absorber los costos sociales. Este escenario refuerza la imagen de Passalacqua como un actor que puede capitalizar descontentos regionales y, eventualmente, jugar un papel clave en futuras negociaciones políticas y electorales.
Finalmente, el presupuesto 2026 de Misiones es mucho más que una cifra. Es un símbolo de gestión contraria a la corriente nacional dominante, que prioriza la inversión social como palanca para el desarrollo y la cohesión social. En tiempos donde las provincias sufren la reducción del gasto público, el modelo misionero ofrece un ejemplo de cómo la autonomía fiscal y la planificación pueden mitigar los impactos de las crisis macroeconómicas y las tensiones políticas con la Nación.