
La candidatura de Guillermo Montenegro por la Quinta Sección Electoral no es un simple paso al costado del PRO: es el símbolo de un corrimiento más profundo. El intendente de General Pueyrredón oficializó su pase al dispositivo libertario, en una jugada que desnuda cómo la estructura residual del PRO bonaerense está siendo absorbida por el ecosistema de Javier Milei.
En términos políticos, Montenegro ya no representa al macrismo técnico ni a la moderación conservadora. Su decisión de integrar la boleta de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires no fue una cesión pragmática, sino un gesto ideológico. Le habla directamente al electorado mileísta, con un discurso basado en seguridad, orden y antiprogresismo. Repite eslóganes oficiales y se sube al relato de la “batalla cultural”, incluso a costa de borrar lo que fue su propia gestión.
Mientras tanto, el PRO como estructura partidaria queda cada vez más desdibujado. Dirigentes como Montenegro toman decisiones unilaterales, sin consultar con sus bases ni con la dirigencia que todavía no saltó el cerco libertario. La alianza no escrita entre Bullrich, Karina Milei y algunos intendentes amarillos ya es de hecho un nuevo frente electoral, donde la marca PRO apenas sobrevive como sello vacío.
Montenegro se apoya en su presencia territorial en Mar del Plata para empujar la lista violeta en una sección clave. Lo hace mientras la dirigencia peronista local resiste sin recursos y la UCR se divide entre el colaboracionismo y la irrelevancia. El vacío político que deja la Nación con su retiro de los territorios está siendo ocupado por intendentes que se reciclan bajo nuevas banderas para sobrevivir.
Lo más revelador no es el salto partidario, sino el cambio de lenguaje. Montenegro ya no se presenta como un administrador eficiente, sino como un cruzado contra la “inseguridad” y los “privilegios” del otro. La ciudad donde gobierna, con bolsones de pobreza y conflictividad social, queda como telón de fondo de un discurso cada vez más alejado de la gestión y más cerca del marketing punitivo.
La provincia de Buenos Aires será el campo de prueba de esta alianza. Lo que está en juego no es solo una elección legislativa, sino la consolidación de un nuevo bloque de poder donde el mileísmo funciona como atracción centrífuga de lo que fue el espacio cambiemita. Montenegro es apenas el primer nombre visible de un corrimiento más amplio, donde ya no hay lugar para tibios… ni para opositores reales.