
La imagen de una joven vestida con uniforme espacial, sonriendo frente a un fondo de Marte y acompañada de un mensaje rotundo -"Ella sería la primera candidata para colonizar Marte en 2030. No volvería a la Tierra"- se ha vuelto viral. El nombre de Alyssa Carson, ha circulado por millones de cuentas como un símbolo de inspiración, esfuerzo y ciencia. Sin embargo, la historia real es mucho más compleja y menos espectacular que la narrativa viral.
Alyssa Carson, nacida en 2001 en Luisiana, Estados Unidos, comenzó desde muy pequeña a interesarse por el planeta rojo. Con apenas tres años, quedó fascinada por una serie animada sobre Marte, y desde entonces se ha propuesto como objetivo vital convertirse en astronauta. Durante su adolescencia, participó en diversos programas educativos de la NASA, visitó centros de entrenamiento y completó el Advanced Possum Academy, un entrenamiento suborbital que no la acredita como astronauta pero le dio notoriedad como divulgadora científica.
Lo cierto es que Alyssa no trabaja para la NASA, no ha sido seleccionada para ninguna misión oficial y, más importante aún, la NASA no tiene planificado colonizar Marte en 2030. La idea de enviar humanos al planeta rojo es un objetivo de largo plazo, estimado por muchos especialistas para la década de 2040 o incluso más allá. Los más optimistas apuestan por misiones tripuladas a partir de 2035, pero de ahí a establecer una colonia hay un trecho inmenso.
Gran parte de la confusión proviene del desaparecido proyecto Mars One, una iniciativa privada holandesa que prometía llevar a civiles a Marte y fundar una colonia permanente. El proyecto fue ampliamente criticado por su falta de sustento técnico y financiero y quebró oficialmente en 2019. Alyssa nunca fue parte formal de esa empresa, aunque muchas publicaciones la vinculan erróneamente con ese plan.
A pesar de ello, Carson ha sabido capitalizar su historia con inteligencia. Ha participado en charlas TED, entrevistas internacionales y proyectos educativos centrados en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). También ha obtenido licencias de piloto, buceo y entrenamiento en supervivencia. Su historia, aunque sobredimensionada por el marketing digital, sirve como ejemplo de cómo se puede motivar a una generación con sueños espaciales, incluso si los hechos concretos no están alineados con las expectativas mediáticas.
Desde la NASA han aclarado en múltiples oportunidades que el proceso para convertirse en astronauta es altamente competitivo y que nadie menor de 30 años ha sido admitido aún como astronauta de carrera. Para 2025, los requisitos incluyen posgrados en ciencia, ingeniería o medicina, más de mil horas de vuelo en aviación y formación militar o equivalente.
La fascinación por Alyssa Carson revela dos cosas: la necesidad de nuevos relatos de ciencia y futuro que conecten con las audiencias jóvenes, y el riesgo de que la viralidad digital supere la verdad. Carson no irá a Marte en 2030 ni ha sido seleccionada para ello, pero eso no le quita mérito a su pasión y disciplina.
En un contexto global donde la exploración espacial vuelve a ocupar las portadas, conviene distinguir entre los sueños posibles y las estrategias de contenido que, aunque bienintencionadas, pueden distorsionar la información científica. La historia de Alyssa, inspiradora sin dudas, debe valorarse por lo que es y no por lo que Internet desea que sea.