
La caída de Bayardo Arce, uno de los últimos rostros históricos del sandinismo aún vinculados al poder, marca un hito silencioso pero profundo en la reconfiguración del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Durante el fin de semana del 26 al 28 de julio, la Policía Nacional allanó su casa y oficinas en Managua, retirándole escoltas, dispositivos y papeles, y dejando al comandante en un estado de arresto domiciliario de facto, sin mediar orden judicial conocida.
Arce, de 76 años, había sido ratificado como asesor presidencial en 2024, aunque en los últimos tiempos su rol era meramente simbólico. Su confinamiento se suma a una lista de veteranos sandinistas que han sido depurados, arrestados o silenciados, en lo que cada vez más analistas consideran un plan sistemático de Murillo para eliminar a los históricos y consolidar su influencia en el aparato estatal.
Bayardo Arce no es cualquier figura dentro del sandinismo. Fue uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del Frente Sandinista durante los ochenta, y representó a Nicaragua en diversos foros internacionales como vocero del proceso revolucionario. En los años 2000 se reubicó como asesor económico de Ortega, un puesto desde el cual mantuvo vínculos directos con empresarios, zonas francas y bancos, contribuyendo a mantener la estabilidad macroeconómica del régimen.
Sin embargo, en el marco del endurecimiento autoritario desde 2018, Arce se había replegado al ámbito privado. Fuentes locales apuntan a que sus negocios, ligados a energía, zonas francas y asesorías, habrían provocado suspicacias dentro del círculo de Murillo, siempre vigilante de posibles nodos de autonomía política.
Desde la muerte bajo arresto de Humberto Ortega en 2024, pasando por el juicio a Álvaro Baltodano en junio de este año, y el confinamiento domiciliario de Henry Ruiz en marzo, la lista de purgados sigue un patrón claro: desaparecer a los excompañeros de revolución que puedan cuestionar, disputar o simplemente existir fuera del control directo del binomio presidencial.
La vicepresidenta Rosario Murillo, quien se perfila como heredera dinástica del poder, ha venido impulsando una estrategia de purga ideológica y generacional, reemplazando a figuras históricas por leales sin pasado revolucionario. La narrativa oficial apuesta por un sandinismo "puro" bajo el control del clan Ortega-Murillo, que ha sustituido la vieja guardia por estructuras familiares, religiosas y paramilitares.
Hasta ahora, no se han presentado cargos formales contra Arce. Ni el Ministerio Público ni la Policía Nacional han emitido comunicados explicando el allanamiento ni el confinamiento, lo cual refuerza la percepción de que se trata de una acción política, no legal. A Arce le retiraron incluso la seguridad privada, y sus movimientos están ahora supervisados por agentes del Estado.
Según el opositor Héctor Mairena, se trata de una "operación de limpieza" dentro del sandinismo, a medida que Ortega envejece y Murillo toma el control total. Para Mairena y otros analistas, la decisión refleja una voluntad de borrar cualquier rastro de pluralidad o memoria histórica, bajo la lógica de que solo quienes juran obediencia ciega pueden tener lugar en el presente autoritario.
El caso de Arce es simbólico porque era el último comandante vivo que aún tenía una relación funcional con el poder. Con su caída, se extingue la posibilidad de una transición interna dentro del sandinismo hacia un modelo menos centralizado o menos dinástico. Ahora, toda la estructura se alinea en torno a Rosario Murillo y sus hijos.
La falta de reacción internacional también refleja cómo el cerco informativo y diplomático que ha impuesto Managua está dando resultados. A pesar de los continuos abusos, el aislamiento de los comandantes históricos ocurre sin sanciones ni declaraciones públicas por parte de la OEA, la ONU o países vecinos.
¿Purga Ortega Murillo llega hasta su camarada, Bayardo Arce?
— Emiliano Chamorro / Informa Periodista (@EmilianoCHM69) July 28, 2025
La purga de los dictadores ya tocó al único “comandante” que aún era socio político de Ortega ya Murillo. Algunas fuentes indican que Arce ya no puede entrar más a sus oficinas políticas que se ubicaban en Bolonia.,… pic.twitter.com/swmAP1LpVf
La caída de Bayardo Arce no solo representa una tragedia personal o un ajuste de cuentas entre exaliados: es la consolidación de una nueva etapa del orteguismo, más cerrado, más familiarista y más impermeable a cualquier tipo de disidencia interna. Quien no se somete, simplemente desaparece del mapa.
El mensaje es claro: el sandinismo ya no necesita de sus fundadores. Ha sido reemplazado por una maquinaria de poder que no rinde cuentas a la historia ni a sus propios mitos. En ese esquema, Bayardo Arce ya no tenía lugar.