02/08/2025 - Edición Nº907

Internacionales

Crisis prolongada

Venezuela: un año después del fraude electoral que consolidó a Maduro

01/08/2025 | A doce meses del fraude electoral de 2024, el régimen de Maduro mantiene el control absoluto mientras crece el silencio y la desmovilización global.



A un año de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, Venezuela sigue inmersa en un modelo autoritario sin contrapesos internos ni presión externa efectiva. Pese a las denuncias masivas de fraude electoral y el respaldo popular al opositor Edmundo González Urrutia, el chavismo impuso un resultado que consolidó a Nicolás Maduro en el poder. El liderazgo opositor se encuentra hoy fragmentado, perseguido o en el exilio.

La comunidad internacional, que en años anteriores mostró condenas más enérgicas, ha optado por una postura de espera silenciosa o cómplice pasividad, mientras el aparato represivo del Estado sofoca toda expresión de disidencia. La respuesta diplomática se ha reducido a gestos simbólicos que no han cambiado el curso de los hechos.

Una victoria fabricada

Las elecciones de 2024 marcaron un punto de inflexión. Edmundo González, candidato de la Plataforma Unitaria y respaldado por María Corina Machado, obtuvo más del 70% de los votos según actas recogidas por organizaciones independientes. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral, controlado por el chavismo, anunció una victoria de Maduro con un 52%, desatando protestas multitudinarias.

La represión fue inmediata. En menos de tres meses, más de 1.900 personas fueron detenidas por participar en movilizaciones pacíficas, según datos de Foro Penal. Al menos 64 de ellas continúan desaparecidas. La oposición no pudo sostener la movilización ciudadana y los líderes más visibles fueron obligados al exilio o al silencio forzado.

Retroceso institucional y normalización del autoritarismo

El año transcurrido ha consolidado un Estado autoritario que actúa con impunidad. No existe separación de poderes ni contrapesos funcionales: la Asamblea Nacional está cooptada por el oficialismo, el Tribunal Supremo obedece líneas políticas, y las fuerzas armadas mantienen su lealtad a cambio de privilegios económicos y zonas de control.

La vida cotidiana transcurre bajo una mezcla de resignación social y terror institucionalizado. La economía sigue en ruinas: la producción petrolera no se ha recuperado, la inflación erosiona salarios y más de siete millones de venezolanos siguen desplazados. A pesar de las sanciones internacionales, Maduro ha logrado mantener un cerco de estabilidad apoyado en alianzas con Irán, Rusia y China.

Fracaso de la presión internacional

Las reacciones externas han sido, en su mayor parte, retóricas o ineficaces. Organismos como la ONU o el Centro Carter emitieron informes críticos, pero sin consecuencias prácticas. La Unión Europea y Estados Unidos priorizaron negociaciones petroleras, incluyendo la licencia temporal a Chevron, por sobre exigencias democráticas.

En América Latina, el silencio ha sido la norma. Gobiernos progresistas como los de Brasil, Colombia o Argentina evitaron condenas contundentes, apelando a la no injerencia. Solo el presidente chileno Gabriel Boric mantuvo una posición clara al calificar el proceso como "ilegítimo" y reducir relaciones diplomáticas.

Oposición diezmada y ciudadanos atemorizados

La oposición está fragmentada y sin estrategia común. María Corina Machado opera desde la clandestinidad y Edmundo González permanece fuera del país. La desconexión entre el liderazgo político y la población crece, en parte porque el miedo ha paralizado a los movimientos sociales y porque el exilio masivo debilita la protesta interna.

Los presos políticos continúan aumentando, con más de 1.000 documentados en 2025. Las desapariciones forzadas, los juicios militares a civiles y las torturas en centros de detención son prácticas sistemáticas según informes de la Misión de la ONU, que renovó su mandato hasta 2026.

Un triste final 

Lo ocurrido en Venezuela desde julio de 2024 confirma que una dictadura puede perpetuarse incluso con pruebas claras de ilegitimidad, si no enfrenta una presión externa sostenida ni una resistencia interna organizada. La consolidación del chavismo revela cómo el control institucional, la represión y el silencio regional pueden neutralizar una transición política, incluso tras una victoria electoral opositora.

Mientras la comunidad internacional privilegie intereses estratégicos o energéticos, la restauración democrática seguirá siendo una consigna sin sustento. El pueblo venezolano, asfixiado y disperso, queda a la espera de una presión real que aún no llega.