
Desde enero de 2025, la relación entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum ha estado marcada por una tensión constante y una ausencia absoluta de encuentros presenciales. Durante ocho meses, ambos mandatarios se han comunicado exclusivamente por cartas y llamadas telefónicas, sin pisar la misma sala ni sostener una reunión directa, pese al incremento en la presión bilateral en torno a temas comerciales y de seguridad.
La situación escaló en marzo, cuando Trump decidió imponer aranceles del 25% a productos mexicanos fuera del marco del T-MEC. Además, implementó medidas más severas sobre sectores clave: un 50% al acero y aluminio, y un 25% adicional a automóviles. Sheinbaum, sin embargo, optó por una estrategia de contención: sin declaraciones estridentes y con una agenda diplomática centrada en preservar el comercio sin ceder en soberanía.
Las amenazas de Washington no fueron meramente retóricas. En varias cartas, Trump advirtió que los aranceles podrían escalar hasta un 30% si México no actuaba con firmeza contra el tráfico de fentanilo y la migración irregular. La Casa Blanca también exigió mayor participación de las fuerzas armadas mexicanas en la frontera sur, provocando alertas sobre posibles violaciones al principio de no intervención.
Frente a esto, el gobierno mexicano reforzó su presencia en el límite fronterizo y facilitó la captura y entrega de varios capos solicitados por la DEA. Sin embargo, se evitó toda concesión que implicara acciones militares conjuntas o presencia de agentes estadounidenses en territorio nacional, líneas rojas para Sheinbaum.
Uno de los episodios más tensos se produjo el 31 de julio. Con los nuevos aranceles a punto de entrar en vigor, una llamada de emergencia entre ambos presidentes logró una prórroga de 90 días a las sanciones comerciales. Fue la segunda vez en el año que un contacto telefónico directo evitó una escalada económica que podría haber afectado miles de empleos en la región fronteriza.
En esa conversación, Trump propuso iniciar una renegociación comercial integral. Sheinbaum aceptó con cautela, estableciendo condiciones para mantener las salvaguardas del T-MEC y evitar que la presión estadounidense se convierta en dictado unilateral. El calendario de las negociaciones a 90 días fue anunciado por ambos gobiernos casi de forma simultánea.
Mientras Trump apela a la confrontación directa y el lenguaje de fuerza, Sheinbaum ha optado por un enfoque de "cabeza fría y firmeza institucional". Sin embargo, esta línea también ha sido criticada por algunos sectores nacionales que reclaman una postura más dura frente a los desplantes del vecino del norte. La presidenta ha reiterado que "dialogar no es claudicar", y que el interés nacional exige temple más que retórica.
El embajador estadounidense en México, Ronald Johnson, ha elogiado la "madurez" de la relación y el carácter "verdaderamente único" del vínculo entre ambas administraciones, pese a la falta de reuniones personales. Desde la diplomacia estadounidense se percibe que, aunque las formas son frías, el fondo ha sido funcional.
A corto plazo, la mayor preocupación radica en el impacto de las sanciones arancelarias sobre sectores productivos clave en México. Exportadores automotrices y metalúrgicos han reportado caídas de hasta 12% en ingresos durante el segundo trimestre, lo que podría agravarse si no se alcanza un nuevo acuerdo antes de noviembre.
En paralelo, las elecciones presidenciales estadounidenses de 2026 ya condicionan el tono de la relación: Trump busca mostrar dureza con México como carta electoral. Sheinbaum, por su parte, intenta blindar la economía sin convertirse en blanco de la narrativa trumpista, que insiste en asociar a México con inseguridad y crisis fronteriza.
Tuvimos una muy buena llamada con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Evitamos el aumento de aranceles anunciado para mañana y logramos 90 días para construir un acuerdo de largo plazo a partir del diálogo.
— Claudia Sheinbaum Pardo (@Claudiashein) July 31, 2025
Me acompañaron Juan Ramón de la Fuente, secretario de… pic.twitter.com/in3W4eAICN
La relación entre Trump y Sheinbaum representa una nueva etapa del vínculo históricamente asimétrico entre México y Estados Unidos. La ausencia de reuniones presenciales no es solo un dato simbólico: revela un tipo de diplomacia mediada por la urgencia, el pragmatismo y los límites ideológicos de ambos mandatarios. Aun así, se han evitado rupturas.
La clave estará en si, en los próximos 90 días, se logra transitar de una diplomacia reactiva a una estrategia compartida que preserve los intereses binacionales. Las cifras, el comercio y la seguridad dependen de ello, y también buena parte del equilibrio regional.