
En una nueva edición del Día del Inversor, organizado por la firma ADBlick, se propuso una charla centrada en los desafíos que enfrentan las empresas familiares del sector agropecuario. El evento abordó el traspaso de liderazgo, la convivencia entre distintas generaciones, la profesionalización de la gestión y la vital preservación de los vínculos como parte fundamental del activo.
El encuentro tuvo como protagonistas a Lucio Traverso, director del Centro de Empresas Familiares y profesor de Política de Empresas del IAE Business School y a José Demicheli, fundador y CEO de ADBlick .
“La empresa familiar no comienza cuando el hijo se incorpora a trabajar, sino desde el momento en que nace la familia del fundador”, expresó Traverso al comenzar su exposición, para ilustrar cómo la dinámica familiar atraviesa a la empresa desde su origen.
En el caso del agro, el vínculo entre familia y empresa es aún más profundo, ya que el campo no es solo un activo, sino también parte de la historia compartida. "Hay una pertenencia muy fuerte a la tierra y una cercanía intensa con la naturaleza. Esto construye valores, pero también puede dificultar la profesionalización y perpetuar estructuras informales", advirtió.
Traverso destacó que el agro tiene características propias que hacen de la empresa familiar un caso singular. “Estamos hablando de empresas que trabajan con materia viva, con ciclos productivos ligados a la naturaleza y con un fuerte arraigo territorial y emocional. No es lo mismo liderar una metalúrgica que despertarse cada mañana con la vista al campo que fundó tu abuelo”, explicó.
Además, remarcó que la estructura tradicional del agro, basada muchas veces en decisiones informales o hereditarias, tiende a postergar la profesionalización. Frente a los conflictos entre familiares, la solución más habitual fue repartir las tierras, lo que llevó a la fragmentación de las unidades productivas.
“La solución fácil fue dividir hectáreas. Pero eso va en contra de la sustentabilidad y la competitividad a largo plazo. El desafío es generar unidad, no fragmentación”, advirtió.
Estas particularidades hacen que la gestión empresarial esté fuertemente atravesada por los vínculos personales, lo cual requiere una mirada integral que contemple tanto lo afectivo como lo organizacional.
También se abordó el tema de las diferencias generacionales, un factor que muchas veces enciende los conflictos. El director del Centro de Empresas Familiares explicó que cada generación tiene una mirada distinta sobre el trabajo, el éxito y el rol de la empresa.
“Nuestros abuelos creían en el sacrificio y la permanencia; nuestros padres, en el crecimiento y la expansión; y los más jóvenes hoy buscan equilibrio con su vida personal y trabajar en un lugar con propósito e impacto”, detalló.
Frente a eso, propuso evitar los juicios y tender puentes de entendimiento. “No se trata de quién tiene razón, sino de cómo convivimos con esas miradas distintas. Si no hay diálogo, las diferencias se vuelven grietas”, advirtió.
Traverso subrayó que la continuidad de la empresa familiar depende de su capacidad de profesionalización y adaptación a los cambios. “El mercado cambia, las exigencias son otras, y no siempre las competencias de la familia coinciden con lo que la empresa necesita”, advirtió.
En ese sentido, la irrupción de herramientas como la inteligencia artificial plantea nuevos desafíos. “Hoy la IA irrumpe como una herramienta que puede potenciar la eficiencia, pero también obliga a repensar los roles familiares y la profesionalización de la gestión”, sostuvo.
De este modo, consideró que “el gran desafío es que las capacidades de quienes están al mando estén a la altura de lo que la competitividad actual exige”.
Y concluyó: “A veces hay un buen encastre entre las capacidades familiares y lo que el mercado demanda, y a veces no. Ahí está el riesgo”.