
En un nuevo episodio de tensión con la realidad económica, Javier Milei desestimó la crisis del poder adquisitivo con una frase que provocó rechazo inmediato. “Si fuera cierto que no llegan a fin de mes, la calle estaría llena de cadáveres”, dijo en el cierre de un evento organizado por la Fundación Faro en Puerto Madero.
El mandatario no solo negó que haya problemas de ingresos, sino que calificó las quejas como “una pelotudez”. Afirmó que hablar de necesidades económicas es parte de un discurso “sensiblero” alimentado por “los kukas y el periodismo”, a quienes acusó de no conocer “la vida del que se rompe el lomo”.
La frase no fue un exabrupto aislado. Forma parte de una narrativa que Milei sostiene desde que llegó al poder: desacreditar los datos de la economía real para imponer su propia versión de los hechos. El problema es que la inflación, la caída del salario real y el aumento de la pobreza no son opiniones, son estadísticas oficiales.
En el mismo discurso, el Presidente volvió a pedir “paciencia” y estiró los plazos de recuperación económica. Dijo que “sacar el país adelante va a llevar 30, 35 o 40 años”, dejando en claro que su gobierno no tiene metas concretas a corto o mediano plazo.
Las declaraciones llegan en un contexto de fuerte malestar social y caída del consumo. Mientras Milei habla de cadáveres imaginarios, miles de familias hacen malabares con ingresos que se evaporan ante cada ajuste. Lejos de asumirlo, el gobierno parece decidido a negar lo evidente.
La estrategia discursiva del Presidente combina la provocación con la negación, y le habla más a sus fieles digitales que a la sociedad real. Pero la calle —aunque no esté llena de cadáveres— está cada vez más vacía de paciencia.