
La imagen recorrió el mundo: Mark Carney, primer ministro de Canadá, abrazando a un hombre en tanga rosa durante el Desfile del Orgullo en Vancouver. El gesto fue interpretado como un respaldo firme a la diversidad sexual y a los valores de inclusión que el propio Carney definió como "la esencia de Canadá". La participación del mandatario fue oficial, planificada y ampliamente cubierta por los medios.
Pocos días después, el mismo Carney anunció que Canadá reconocerá formalmente al Estado palestino en septiembre, sumándose a una decisión similar de países como Reino Unido y Francia. El mandatario justificó el gesto diplomático en nombre de la justicia, la paz y el fin del sufrimiento civil en Gaza. Sin embargo, esta postura ha generado críticas por su posible contradicción con los valores que Carney dice defender.
Tanto en Gaza como en Cisjordania, las relaciones homosexuales pueden ser castigadas, y los activistas LGBTQ+ viven en la clandestinidad, perseguidos por razones religiosas, culturales y sociales. Los informes de ONGs revelan que los abusos contra personas LGBTQ+ son sistemáticos y que existe un silencio institucional al respecto.
Mientras tanto, Carney proyecta hacia el mundo una imagen de liderazgo progresista, inclusivo y cercano a las minorías sexuales. Su presencia en el Pride se promueve como una muestra de coherencia con los valores canadienses, pero el contraste con la realidad palestina deja expuesta una tensión entre discurso y acción internacional.
Este contraste plantea un dilema de coherencia: ¿puede un líder que se abraza en el Pride con hombres semidesnudos comprometerse diplomáticamente con un Estado que criminaliza esa misma expresión? La pregunta no es retórica: para muchos, la postura de Carney encarna una forma de pinkwashing diplomático, donde se usa la inclusión LGBTQ+ como activo simbólico en casa, mientras se ignoran o toleran contextos de represión en el extranjero.
Esta práctica no es nueva: diversos gobiernos occidentales han usado la agenda LGBTQ+ como marca de civilidad moderna, sin exigir coherencia en sus relaciones exteriores. En ese marco, el reconocimiento a Palestina sin condiciones sobre derechos humanos puede interpretarse como una omisión conveniente.
Este tipo de contradicciones pueden minar la credibilidad internacional de Canadá como defensor de los derechos humanos. Aunque Carney ha condicionado el reconocimiento palestino a ciertos cambios internos (como la exclusión de Hamas y una apertura democrática), nada ha dicho sobre las garantías a las minorías sexuales o religiosas en ese futuro Estado.
Muchos gobiernos occidentales celebran sus avances en derechos civiles dentro de casa, pero no exigen los mismos estándares a quienes reconocen o apoyan internacionalmente. Esto no solo revela una doble vara, sino también una instrumentalización de los valores liberales como escudo político.
La tensión entre valores internos e intereses externos se vuelve insostenible cuando no se aborda de forma transparente. Un discurso moralmente consistente exige que los derechos humanos sean no negociables, incluso en alianzas geopolíticas complejas como la del conflicto israelí-palestino.
Hay un nuevo impulso desde Europa para reconocer a Palestina como Estado.
— Patricia Janiot (@patriciajaniot) July 31, 2025
Aunque todavía son anuncios a futuro, Francia y Reino Unido plantean reconocer dos estados, Israel y Palestina.
Canadá también sigue este patrón. Israel pierde apoyo en la medida en que mantiene el… pic.twitter.com/eMTBuxUFug
Finalmente, lo que está en juego no es un abrazo ni una decisión geopolítica aislada, sino la coherencia moral de los líderes que dicen defender derechos universales. Si Carney quiere liderar con valores, tendrá que explicitar cómo concilia la diversidad que celebra en Vancouver con la que calla en Gaza.
En última instancia, las acciones simbólicas tienen consecuencias reales. Y la opinión pública, especialmente en democracias consolidadas como la canadiense, exigirá respuestas cuando las banderas de la justicia social se ondean con una mano mientras se cierran los ojos con la otra.