08/08/2025 - Edición Nº913

Internacionales

Desigualdad persistente

El alto costo de vida en Costa Rica desafía su nuevo estatus económico

06/08/2025 | Aunque el país fue reclasificado como "de ingreso alto", millones de costarricenses siguen sin poder cubrir necesidades básicas ante el alto costo de vida.



Costa Rica ha sido recientemente reconocida por el Banco Mundial como un país de ingreso alto, al superar el umbral de los 13.936 dólares de ingreso nacional bruto per cápita. Este logro marca un hito histórico para la economía costarricense, que ha mostrado signos de estabilidad macroeconómica con una inflación inferior al 1 % en 2024 y un repunte en la inversión extranjera.

Sin embargo, el reconocimiento internacional contrasta con la realidad cotidiana de muchos ciudadanos. A pesar de que el salario mínimo supera los 675 dólares mensuales —el más alto de América Latina—, diversos sectores aseguran que el ingreso no alcanza para cubrir plenamente el costo de vida, afectado por regulaciones, carga impositiva y falta de competencia en sectores clave.

Altos costos en productos esenciales

Los precios en Costa Rica no dan tregua. Mientras el índice de precios al consumidor (IPC) muestra cierta estabilidad, muchos productos esenciales —como alimentos, servicios básicos y transporte— han experimentado incrementos notables. Esta diferencia se debe a distorsiones del mercado interno, falta de competencia efectiva y políticas regulatorias que encarecen los bienes locales.

De acuerdo con el portal Numbeo, Costa Rica es el país más caro de América Latina y el tercero en todo el continente. El precio de la canasta básica alcanzó en 2025 su punto más alto en 14 años, lo que ha empujado a miles de familias a ajustar drásticamente sus presupuestos mensuales.

La desigualdad detrás del crecimiento

El ingreso alto no significa bienestar generalizado. El índice de Gini costarricense ronda el 49 %, una de las cifras más altas entre los países de la OCDE, reflejando una estructura económica con serias ineficiencias. El 10 % más rico concentra el 37 % de los ingresos, mientras el 40 % más pobre apenas accede al 12 %.

Aunque los indicadores macroeconómicos muestran avances, los beneficios se concentran en sectores tecnificados o ligados al comercio internacional, lo que deja fuera a grandes porciones de la población que siguen dependiendo de empleos mal remunerados o informales.

Informalidad y salarios reales

Cerca del 40 % de los trabajadores costarricenses operan en la economía informal, lo que limita su acceso a derechos laborales, jubilación y seguros médicos. Esto evidencia una rigidez del mercado laboral, alto costo de la formalización y trabas burocráticas que desalientan la contratación legal.

Además, los salarios reales han crecido menos que la productividad. Si bien la economía crece, el entorno tributario, la carga sobre las pymes y las distorsiones del sistema salarial limitan la transmisión de esos beneficios hacia los trabajadores.

Políticas públicas con resultados acotados

Algunas iniciativas gubernamentales no lograron el impacto esperado. Un ejemplo fue la “ruta del arroz”, que eliminó aranceles para reducir precios. Aunque bien intencionada, la medida no resolvió problemas estructurales como la falta de competencia en distribución y los márgenes de comercialización excesivos.

La política económica ha favorecido el sector exportador de servicios y las zonas francas, pero sigue pendiente una estrategia que impulse a las pequeñas y medianas empresas, fomente la productividad interna y reduzca los costos regulatorios que impiden mayor dinamismo interno.

Una paradoja estructural

Mientras las autoridades celebran la clasificación de país de ingreso alto, buena parte de la población enfrenta limitaciones cotidianas. La inflación contenida convive con una presión fiscal elevada y un entorno regulatorio que encarece bienes y servicios esenciales.

Sin una reforma profunda del modelo económico y del gasto público, Costa Rica corre el riesgo de estancarse en una contradicción prolongada: ser un país con buenos indicadores externos, pero con baja satisfacción interna y crecimiento desigual.

Un tema económico 

El caso de Costa Rica evidencia los límites de medir el progreso exclusivamente con cifras macroeconómicas. La clasificación de ingreso alto puede ser útil para atraer inversión, pero debe venir acompañada de reformas que descompriman al ciudadano común, reduzcan el peso del Estado sobre el productor y alienten la formalización.

De no encararse reformas estructurales, el país podría consolidar una economía dual: competitiva en lo externo, pero con brechas internas que afectan la cohesión social y limitan el bienestar real.