
Axel Kicillof recorrió esta semana los distritos clave de la primera sección electoral intentando contener la crisis interna de Fuerza Patria, pero la situación no hace más que desbordarse. La ausencia de figuras con peso territorial en la lista de senadores provinciales, la exclusión del Movimiento Evita y la desprolijidad en la presentación de candidaturas tensionaron los vínculos dentro del frente. En privado, hasta sus aliados lo admiten: el gobernador está en modo “control de daños”.
La pulseada más evidente fue con la intendenta de Moreno, Mariel Fernández, que exigía un lugar para Leonardo Grosso en la lista seccional. No lo consiguió. En su lugar ingresó Fernando Coronel, dirigente cercano a Máximo Kirchner, lo que reforzó la percepción de que La Cámpora se impone como factor dominante en un frente donde otros sectores ya ni siquiera logran competir. En paralelo, dirigentes del Evita también fueron corridos en Tres de Febrero y Vicente López.
La desorganización se extendió a otros municipios clave: Morón y San Nicolás directamente no tendrán candidatos seccionales propios por errores formales y desacuerdos de último momento. Algunos dirigentes lo atribuyen al caos generado por la eliminación de las PASO, una decisión que Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa intentaron revertir, sin éxito, frente a la negativa de Kicillof.
Mientras tanto, Ariel Sujarchuk, Federico Achával y hasta Sergio Berni suenan como posibles “tapados” para encabezar la lista nacional, aunque aún nadie puede explicar quién empujará efectivamente la boleta en el primer cordón del conurbano. “Tenemos candidatos sin territorio y territorios sin candidatos”, graficó un intendente del PJ, con resignación.
El trasfondo es tan político como personal: si Kicillof logra reelegirse en Buenos Aires, podría proyectarse como jefe del espacio. Ese escenario inquieta a la mesa nacional del kirchnerismo. Pero la fractura territorial amenaza con neutralizarlo. “¿Quién lo para si gana?”, se preguntan algunos. Otros, más pragmáticos, sólo ven una elección sin mística, mal armada y con los sectores más organizados mirando desde afuera.
En este escenario, Fuerza Patria llega malherida a la elección del 7 de septiembre. La unidad parece un recuerdo lejano y la batalla de fondo ya no es sólo contra el oficialismo nacional, sino hacia adentro. La Cámpora gana posiciones, pero al costo de un frente desordenado, resentido y cada vez más fragmentado.