
En 1999 el jugador uruguayo Alejandro Orfila llegó a la Argentina para jugar en Tigre, cuando el equipo de Victoria jugaba en la entonces Primera B Nacional. El peso valía un dólar, había hinchas visitantes y la realidad del ascenso era muy distinta a la tranquilidad del fútbol uruguayo, sobre todo en materia de violencia. Orfila lo entendió rápido.
A finales de ese año, Tigre jugó con Nueva Chicago en el estadio Nueva España de Deportivo Español, en el barrio de Parque Avellaneda en el sur de la ciudad de Buenos Aires. Al terminar el partido, en vez de retirarse con sus compañeros en el micro del equipo, decidió irse en el auto de un vecino del barrio de Victoria, junto a su compañero Marcos Martín Gerchell.
Cuando el vehículo en el que estaban los dos jugadores de Tigre llegó a San Martín la autopista quedó colapsada y trabada, nadie avanzaba. Al divisar que había una hinchada más adelante, con colores amarillos y negros, Orfila decidió sacarse la bermuda y la remera del Matador para prevenir cualquier altercado. En ese mismo instante, un hincha de Almirante Brown con un fierro en mano se acercó al auto y le pidió lo que estaba guardando debajo del asiento. El jugador se negó. Ahí empezó todo.
Minutos después, una horda de hinchas de Brown divisaron el auto y se le fueron encima. “Cuando vinieron, nos deshicieron el auto. Nosotros adentro, piedras, palazos, me sacaron entre la ventanilla que ya no existía, todo ensangrentado. Me empiezan a pegar y tuve la suerte que no me tiraron al piso. Me empecé a defender y me quedó un hueco para correr” recordó Orfila.
Durante la huída, el jugador recibió una lluvia de piedras, mientras un helicóptero de la Policía recorría la zona. Cuando logró alejarse 300 metros del lugar, descalzo y en bóxer, se encontró con dos camionetas Traffic. Creyó que era la salvación, pero no. “Me agarran de vuelta y me siguen pegando. Logré abrir la puerta de una casa e ingresar, cuando la Policía ataca y empieza a tirar a todos con balas de goma. ¿Qué estaban esperando? La hinchada de Tigre venía de la cancha de Español”.
Cuando Orfila estaba ensangrentado y resguardado en la casa, llegó el micro con los jugadores de Tigre al lugar. Un futbolista del Matador lo ve al “Sapo” Gerchell llorando al costado de la autopista, que al ver a sus compañeros, comenzó a gritar “Lo mataron al uruguayo, lo mataron”. Al mismo tiempo, la Policía Bonaerense pensaba que Orfila era un barra brava, pero cuando descubrió que en realidad era jugador, lo subieron a una ambulancia y lo llevaron a un hospital de la zona.
La directora del nosocomio negó que “el uruguayo” estuviera ahí para evitar que llegaran los periodistas. El razonamiento fue simple: si no está en el hospital, por la magnitud de las heridas que recibió, lo llevaron a la morgue judicial. A pesar de los esfuerzos de la directora del hospital, la información llegó a Crónica TV que dió la primicia al aire. La clásica placa roja con letras blancas anunció: “Murió Alejandro Orfila, jugador de Tigre”. Ese día, hubo 140 detenidos y el futbolista se realizó distintos estudios que le fueron favorables.
Continuó su carrera en el ascenso, jugando para Sportivo Italiano y Temperley, hasta que en 2005 le llegó una oferta para vestir la camiseta de Almirante Brown. Sí, el club cuya hinchada lo molió a golpes. Sin rencores y a pesar de la incredulidad de su esposa, Orfila llegó al equipo de La Matanza. No se equivocó, ese año ascendieron a la B Nacional. Pero la historia no termina ahí.
Durante los festejos, uno de los líderes de la barra brava pidió hablar en privado con él. Cuando estaba frente a frente con Orfila, le dijo “¿te acordás ese día en la autopista, el hincha que se acercó con un fierro al auto y te sacó la ropa? fui yo, tomá la reacción que vos quieras”. En ese momento, se terminaron los festejos para el uruguayo.