
El presidente Gustavo Petro ha cumplido tres años en el poder, y el balance de su gestión combina avances limitados con una profunda crisis de gobernabilidad. Aunque las estadísticas muestran una reducción en la pobreza, la popularidad del mandatario ha caído de manera sostenida hasta ubicarse en el 29 %, según las últimas encuestas. Los gráficos del balance oficial revelan un gobierno que apostó por transformaciones ideológicas, pero que ha enfrentado resistencias internas, errores estratégicos y una alta rotación en su gabinete.
Uno de los pocos datos positivos es la salida de 2,1 millones de personas de la pobreza monetaria, aunque analistas advierten que estos resultados se deben a medidas de corto plazo como transferencias directas, cuya sostenibilidad está en duda. Mientras tanto, regiones como La Guajira y Chocó siguen en condiciones críticas, y el crecimiento económico se mantiene estancado en torno al 2,5 % anual.
La reducción de la pobreza ha sido usada por el gobierno como principal bandera, pero el modelo asistencialista adoptado no ha modificado las condiciones estructurales que generan desigualdad. El coeficiente de Gini se mantiene alto, y la presión tributaria creciente ha generado tensión con el sector privado. Petro ha privilegiado el discurso redistributivo, pero ha fracasado en generar condiciones para el crecimiento y la inversión sostenida.
Uno de los principales indicadores del desorden interno es la alta rotación ministerial: en solo tres años se han nombrado 58 ministros. Esta inestabilidad ha debilitado la gestión y afectado la coordinación entre instituciones. Varios ministerios clave han enfrentado crisis de liderazgo, lo que ha llevado a contradicciones constantes en la comunicación del gobierno y a una visión fragmentada de la administración.
El proyecto de “Paz Total” ha terminado siendo más una consigna que una estrategia efectiva. A pesar de algunos acuerdos con grupos armados, la violencia se ha recrudecido en varios territorios. Las denuncias de desplazamientos, reclutamiento infantil y asesinatos selectivos han aumentado, mientras que el Estado sigue sin tener presencia real en muchas zonas afectadas. Las expectativas generadas no han sido cumplidas.
El alejamiento de Estados Unidos y el acercamiento a China han sido señales de un giro geopolítico arriesgado. Las relaciones con Washington atraviesan un momento tenso, agravado por el crecimiento récord de los cultivos de coca, que ha puesto en entredicho la estrategia antidrogas del gobierno. Las nuevas alianzas no han generado resultados concretos, y el discurso antiestadounidense ha impactado negativamente en sectores económicos sensibles.
La delincuencia organizada tiene un impacto profundo en Colombia. Regiones como el Pacífico, Catatumbo, Cauca, Putumayo y Arauca concentran la presencia de grupos armados ilegales, coincidiendo con altos niveles de homicidio, cultivos ilícitos y minería ilegal.
— Ángela María Calderón F. (@AngelaMaria29) August 6, 2025
Colombia registra… pic.twitter.com/6CLBowyAeX
Aunque se celebró la reducción de la deforestación en 2023, en 2024 los indicadores volvieron a empeorar. En el plano económico, los logros son escasos: la inflación está contenida, pero las tasas de interés altas y la caída de la inversión privada han desplomado la confianza empresarial. La deuda pública ha crecido y la incertidumbre regulatoria ahuyenta proyectos.
Tras tres años de gobierno, Gustavo Petro enfrenta un escenario adverso: un país polarizado, sin mayorías en el Congreso, con una gestión errática y promesas incumplidas. Aunque ciertos indicadores sociales mejoraron en el corto plazo, su legado está marcado por la improvisación, la fragmentación interna y la creciente desconfianza de los distintos actores nacionales e internacionales. El sueño de una transformación estructural se diluye entre conflictos, desgaste político y falta de resultados concretos.