08/08/2025 - Edición Nº913

Internacionales

Clima social

Eduardo Frei y su crítica al apoyo de la Democracia Cristiana

07/08/2025 | El país acumula episodios de desconcierto que atraviesan desde el liderazgo político hasta los valores sociales, generando un clima de fatiga nacional.



Chile vive una etapa de inquietud transversal, en la que cada semana parece inaugurar un nuevo motivo de consternación. Las palabras del expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien declaró sentirse "consternado" por el respaldo de la Democracia Cristiana a una candidata comunista, se suman a una secuencia de reacciones públicas que expresan desconcierto, desilusión o resignación.

La consternación ya no es un estado esporádico, sino una forma cotidiana de interpretación de la realidad nacional. Desde sectores conservadores hasta voces progresistas, el sentimiento de estar fuera de lugar, en un país que no reconocen, se multiplica. Las causas son diversas, pero confluyen en un malestar que se anida tanto en lo simbólico como en lo concreto.

La política como desencanto permanente

La figura de Eduardo Frei, que representa un sector moderado y centrista, rompió el silencio para cuestionar el rumbo de su partido. El apoyo de la Democracia Cristiana a Jeannette Jara, ministra comunista, reavivó viejos temores de una supuesta claudicación ideológica. En ese gesto, muchos vieron no solo una disidencia política, sino el reflejo de un electorado que no se siente representado.

Pero Frei no está solo. En las últimas semanas, líderes de opinión, periodistas, artistas y ciudadanos comunes han expresado un sentimiento compartido: la incapacidad de comprender hacia dónde va el país. El sistema político parece desdibujado y, con él, las referencias tradicionales que estructuraban el debate público.

Del dolor privado al duelo nacional

La tragedia de los jóvenes mineros en El Teniente, que dejó varias víctimas fatales, sacudió profundamente a la opinión pública. Más allá de la dimensión humana del accidente, el episodio destapó fallas estructurales de seguridad y protocolos obsoletos, generando una ola de críticas a Codelco y al Estado.

Este caso no es aislado: también hay consternación frente a la lentitud del sistema judicial, la inseguridad ciudadana y los niveles de desigualdad que se mantienen intactos. La sensación de desprotección atraviesa a todas las clases sociales, lo que alimenta una narrativa pesimista sobre el futuro.

Ley retirada, fe y polarización moral

En paralelo, el proyecto de ley “Tengo fe en Dios”, que buscaba eliminar la causal de aborto por violación, fue retirado por sus propios impulsores tras un aluvión de críticas. El texto, redactado en lenguaje religioso, encendió el debate sobre la separación entre Iglesia y Estado, y el papel de las convicciones personales en la legislación pública.

El hecho de que un sector relevante del oficialismo haya evitado o relativizado la condena a este proyecto generó nuevas fisuras internas. Lo que para algunos fue un desliz conservador, para otros fue la confirmación de que el debate moral está capturado por extremos que instrumentalizan la fe o los derechos según conveniencia.

Parisi, Matthei y el voto volátil

Otro factor que ha agudizado el desconcierto político es el inesperado ascenso de Franco Parisi en las encuestas, desplazando a la conservadora Evelyn Matthei. Este fenómeno no solo habla de una fractura en la derecha tradicional, sino también de la falta de estructuras estables que canalicen el voto de protesta.

El liderazgo de Parisi, desde fuera del país y sin una orgánica partidaria clara, encarna la desafección con la política institucional. Su figura genera simpatías y rechazos en igual medida, pero sobre todo encarna una pregunta más amplia: ¿qué significa ser candidato presidencial en un país donde la legitimidad está en crisis?

Un país que ya no se reconoce

Chile enfrenta un momento de confusión colectiva donde las referencias tradicionales -familia, trabajo, educación, orden- ya no ofrecen certezas. La familia presidencial, foco de crónicas sociales y polémicas privadas, se ha convertido en espejo de esa transición, marcada por tensiones entre lo público y lo íntimo.

La ciudadanía observa con distancia creciente a sus líderes, mientras se multiplican los discursos de nostalgia por un país que ya no existe. La fractura generacional y cultural no es nueva, pero se ha profundizado con la rapidez del cambio tecnológico y la exposición permanente en redes sociales.

Sombras y luces 

Chile se ha convertido en un país donde la consternación es un lenguaje común, un síntoma de época que expresa tanto incertidumbre como agotamiento. La política, la moral y el tejido social parecen haber perdido su capacidad de representar, ordenar y consolar. El resultado es un estado emocional colectivo de alarma crónica.

Más que una crisis coyuntural, lo que vive Chile podría ser una transformación estructural en su manera de entender el poder, el conflicto y la comunidad. La consternación, en este sentido, no es solo una reacción a lo que ocurre, sino una forma de vivir lo que todavía no entendemos.