12/08/2025 - Edición Nº917

Internacionales

Justicia dividida

Uribe sentenciado: ¿cómo afecta la política colombiana?

10/08/2025 | La condena al expresidente Álvaro Uribe despierta debate sobre justicia, garantías procesales y polarización política.



La reciente condena al expresidente Álvaro Uribe por fraude procesal y soborno en actuación penal ha marcado un hito en la historia judicial de Colombia. Se trata de la primera vez que un exmandatario es declarado culpable penalmente, un hecho que ha generado un intenso debate nacional sobre la independencia judicial, el debido proceso y el futuro político del país.

El fallo, emitido por la jueza Sandra Heredia el 28 de julio, impone 12 años de prisión domiciliaria, una multa económica y la inhabilitación para ejercer cargos públicos. Mientras para algunos esto representa un avance en el fortalecimiento del Estado de derecho, otros lo interpretan como un acto con motivaciones políticas que podría debilitar la confianza ciudadana en las instituciones.

Avance institucional o persecución política

El hecho de que un expresidente pueda ser procesado por la justicia ordinaria es considerado por muchos como una señal de madurez democrática. Nadie debe estar por encima de la ley, y la capacidad del sistema para llevar a juicio a una figura de tan alto perfil se percibe como un mensaje contundente de igualdad ante la ley.

Sin embargo, sectores cercanos a Uribe denuncian una supuesta persecución judicial. Argumentan que el proceso ha estado marcado por sesgos políticos y mediáticos, con pruebas que —según la defensa— no cumplen con el estándar penal de "más allá de toda duda razonable". Esta tensión alimenta una polarización que atraviesa a la sociedad colombiana desde hace años.

El peso de las pruebas en el proceso

Uno de los puntos más controvertidos del caso ha sido la valoración de las pruebas. Según la defensa, gran parte de la acusación se basa en testimonios indirectos y construcciones inferenciales que no deberían ser suficientes para una condena penal. Este señalamiento plantea un debate profundo sobre cómo se interpreta y aplica el estándar probatorio en Colombia.

Para los defensores del fallo, la acumulación de indicios y la coherencia del relato presentado por la Fiscalía justifican la decisión judicial. En este sentido, sostienen que la justicia no puede ignorar patrones de conducta que, aunque no cuenten con pruebas directas, configuran un caso sólido desde el punto de vista legal.

Garantías procesales bajo escrutinio

El caso también ha reavivado la discusión sobre el garantismo penal. Algunos críticos consideran que la defensa de las garantías procesales se utiliza como herramienta para dilatar o entorpecer procesos judiciales. No obstante, especialistas recuerdan que el respeto estricto a dichas garantías es esencial para preservar la legitimidad del sistema penal.

La tensión entre garantizar derechos y evitar la impunidad es un dilema recurrente en democracias polarizadas. Este juicio, por la figura de Uribe y su peso en la política colombiana, se convierte en un ejemplo emblemático de esa disyuntiva.

Impacto político y social

La sentencia llega en un momento de alta polarización política en Colombia. Uribe, líder natural de una corriente conservadora que ha gobernado e influido en la política por décadas, ve ahora comprometida su capacidad de movilización. El fallo podría debilitar a su sector, pero también fortalecer su narrativa de víctima de una justicia parcializada.

En el plano social, el caso ha dividido a la opinión pública. Para unos, es la prueba de que Colombia avanza hacia una justicia más equitativa; para otros, es el síntoma de un sistema judicial utilizado como herramienta política. Este choque de percepciones influirá en el clima electoral y en la confianza ciudadana hacia las instituciones.

Un juicio injusto

El juicio contra Álvaro Uribe no solo define el futuro de un expresidente, sino que también pone a prueba la solidez y credibilidad de la justicia colombiana. La capacidad de las instituciones para sostener decisiones legítimas, libres de sesgos y respaldadas por pruebas contundentes, será clave para preservar la estabilidad democrática.

La historia demuestra que la legitimidad de un sistema judicial no se consolida con sentencias ejemplarizantes, sino con procesos ejemplares. En un contexto de alta polarización, la justicia debe ser especialmente cuidadosa: cada paso puede reforzar la confianza ciudadana o hundirla aún más.