
La reanudación de operaciones de Chevron en Venezuela marca un nuevo capítulo en la relación entre el país caribeño y una de las mayores petroleras del mundo. La decisión se produce tras la aprobación de una licencia especial del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, cuyos términos exactos aún no han sido divulgados. Este regreso llega en un momento crítico, con la economía nacional aquejada por inflación de tres dígitos y una producción petrolera que apenas ronda el millón de barriles diarios.
Según estimaciones iniciales, Chevron podría sumar hasta 200.000 barriles por día a la producción nacional, elevando el total a alrededor de 1,2 millones de barriles diarios. De concretarse, este incremento aportaría un crecimiento económico del 2% para 2025, un impulso modesto pero significativo para un país que busca revertir años de recesión y pérdida de ingresos.
Aunque la noticia genera expectativas, los analistas advierten que el efecto será limitado en el corto plazo. La mayor parte de la producción inicial estará destinada a pagar la deuda que Venezuela mantiene con Chevron, la cual estaría próxima a saldarse. Estos pagos se realizarán principalmente en especie, entregando crudo adicional o diluyentes, en lugar de transferencias monetarias.
Francisco Monaldi, especialista en energía, subraya que el acuerdo permitirá acceder a diluyentes esenciales para la refinación, mejorando así la capacidad de exportación. Sin embargo, recalca que esto no se traducirá en liquidez inmediata para el gobierno, lo que reduce el impacto directo sobre las finanzas públicas.
El retorno de Chevron también está marcado por la cautela política. Desde el oficialismo, se insiste en que Venezuela no depende de Chevron, aunque reconocen la relevancia de su aporte. Desde Washington, se mantiene la advertencia de que la licencia podría ser revocada si se producen cambios significativos en la situación política del país.
Fuentes cercanas a la negociación señalan que el silencio sobre los detalles del acuerdo busca evitar tensiones en un contexto de relaciones bilaterales frágiles. La experiencia previa, con la suspensión de licencias y sanciones, mantiene presente el riesgo de que cualquier alteración en el escenario político o diplomático frene nuevamente las operaciones.
La llegada de Chevron se produce tras años de desplome en la producción venezolana, que llegó a niveles de apenas 350.000 barriles diarios durante su punto más crítico. Factores como la corrupción, la falta de inversión y las sanciones internacionales han erosionado la capacidad de PDVSA, reduciendo su competitividad en el mercado global.
Con la nueva operación, Venezuela busca no solo aumentar el volumen de extracción, sino también recuperar parte de su reputación en el sector energético internacional. El reto será sostener la producción y garantizar que los ingresos, aunque limitados, se destinen a aliviar la crisis interna.
Venezolanos protestaron frente a la sede de Chevron en Países Bajos: "Petróleo manchado con sangre y cocaína" https://t.co/2zffeEtdzZ pic.twitter.com/quTRiC9pXh
— Monitoreamos (@monitoreamos) August 10, 2025
La reactivación de Chevron en Venezuela es, en términos prácticos, un paliativo más que una solución estructural. Si bien permitirá mejorar la capacidad de exportación y obtener recursos técnicos, su impacto económico directo será reducido mientras los ingresos se destinen al pago de deudas.
A mediano plazo, el verdadero desafío para Venezuela será atraer nuevas inversiones y diversificar su economía, reduciendo su dependencia del crudo. Sin cambios de fondo en el marco político y económico, incluso la presencia de un gigante como Chevron difícilmente revertirá por sí sola la prolongada crisis.