
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski enfrenta uno de sus mayores desafíos diplomáticos desde el inicio de la guerra. Aunque ha conseguido un respaldo formal de la Unión Europea y la OTAN para estar presente en la cumbre que Donald Trump y Vladimir Putin celebrarán en Alaska el próximo 15 de agosto, su capacidad de influir en las decisiones parece cada vez más limitada.
El encuentro ha sido planteado inicialmente como una reunión bilateral entre Estados Unidos y Rusia, lo que deja a Kyiv en una posición de invitado incómodo. Aunque Zelenski logre sentarse a la mesa, las condiciones ya estarán marcadas por los dos líderes con mayor peso en la negociación.
El respaldo europeo y de la OTAN responde más a un gesto simbólico de unidad que a un poder real de Ucrania para condicionar el resultado. Incluso aliados cercanos admiten que la guerra ha desgastado la imagen internacional de Zelenskiy, especialmente por la falta de avances significativos en el frente militar y las crecientes críticas internas a su gestión.
La insistencia del presidente ucraniano en participar puede interpretarse como una maniobra de supervivencia política. Sin embargo, su presencia podría servir más para legitimar acuerdos ya pactados que para modificar sustancialmente el rumbo de las conversaciones.
Gobiernos europeos como el de Alemania han manifestado que Ucrania debe estar representada para evitar que se impongan condiciones favorables a Moscú. No obstante, el propio canciller alemán Friedrich Merz admitió que el diseño actual de la cumbre favorece que Trump y Putin manejen el contenido central de las negociaciones.
Para varios observadores, Zelenski se encuentra en una posición en la que cualquier concesión obtenida podría presentarse como insuficiente o incluso como una derrota parcial. En este contexto, su margen de acción se reduce a defender símbolos más que a influir en decisiones estratégicas.
La presión de Zelenski por ser incluido en la cumbre de Alaska es comprensible, pero refleja un problema mayor: la pérdida de protagonismo diplomático de Ucrania en el tablero internacional. Sin un plan concreto que pueda alterar los términos de negociación entre Trump y Putin, su presencia corre el riesgo de ser más protocolaria que efectiva.