
Cuba atraviesa una crisis histórica en su sector azucarero. La última zafra produjo menos de 150.000 toneladas, cifra que no solo incumple el ya modesto plan estatal, sino que marca el peor resultado en más de un siglo. La debacle revela el colapso de una industria que fue motor de la economía nacional y símbolo de identidad del país.
Lejos de tratarse de un fenómeno repentino, el desplome es la consecuencia de años de mala gestión, abandono de la infraestructura y políticas económicas fallidas. Ingenios clave como Dos Ríos y Antonio Guiteras apenas alcanzaron el 13% y el 16% de sus metas, reflejando la magnitud del deterioro.
La caída azucarera no puede atribuirse únicamente a factores externos como el clima o las sanciones. Expertos señalan que el sistema de control estatal absoluto, la falta de inversión y el éxodo de mano de obra calificada han dejado a la industria sin capacidad de reacción. La dependencia de tecnología obsoleta y la improvisación en la planificación agravan la crisis.
En 2023, la producción ya había sido una de las más bajas desde 1898, pero lejos de corregir el rumbo, el gobierno mantuvo el mismo modelo, priorizando la propaganda sobre las soluciones técnicas.
El desplome productivo impide cubrir la demanda interna, estimada en 600.000 toneladas anuales, lo que obligará a importar azúcar para el consumo nacional. Además, Cuba incumplirá sus compromisos de exportación con socios estratégicos como China, dañando aún más su credibilidad internacional.
La crisis golpea también a la industria del ron, que ha visto caer su producción de alcohol en un 70% desde 2019, poniendo en riesgo uno de los principales productos de exportación y patrimonio cultural del país.
La zafra de 2025 no es un episodio aislado, sino una muestra del desgaste generalizado del modelo económico cubano, incapaz de sostener siquiera sus sectores tradicionales. Sin reformas estructurales profundas, la otrora orgullosa industria azucarera podría desaparecer, arrastrando consigo empleos, divisas y parte de la identidad histórica de la isla.
El régimen cubano enfrenta en la zafra de 2025 una prueba irrefutable de su incapacidad para administrar la economía. El colapso del azúcar no solo deja números rojos, sino que desnuda un sistema atrapado en su inercia ideológica y alejado de la eficiencia que exige el mundo actual.