
En el corazón del este de la República Democrática del Congo, la localidad minera de Rubaya se ha convertido en epicentro de un negocio que mezcla violencia, geopolítica y alta tecnología. Desde abril de 2024, el grupo rebelde M23 tomó control de uno de los yacimientos de coltan más grandes del mundo, responsable de alrededor del 15% de la producción global. Este mineral, al refinarse en tantalio, es esencial para la fabricación de smartphones, computadoras y componentes aeroespaciales.
Según la investigación, el M23 ha instaurado un impuesto del 15% sobre todas las transacciones en la mina, generando ingresos estimados en 800.000 dólares mensuales. El coltan sale de Rubaya en cargamentos que, tras atravesar el territorio rebelde, cruzan la frontera con Ruanda. Allí se mezcla con mineral local para ocultar su origen y, posteriormente, se exporta hacia refinerías asiáticas donde el precio del tantalio supera los 300 dólares por kilo.
En la mina, la labor es en gran parte artesanal y, en muchos casos, involucra a niños realizando tareas de acarreo y lavado. La precariedad, unida al control militar, ha creado un entorno donde los trabajadores carecen de derechos laborales y seguridad. Reuters documentó la presencia de menores en operaciones peligrosas, evidenciando una violación flagrante de normas internacionales.
El esquema del M23 no solo financia su capacidad bélica, sino que también perpetúa un modelo económico basado en la extracción forzada y la ausencia de regulación estatal. A pesar de los programas internacionales de "minerales libres de conflicto", el caso de Rubaya muestra que la trazabilidad sigue siendo un desafío insuperado.
El 12 de agosto de 2025, Estados Unidos impuso sanciones a actores clave de esta red, incluyendo a la empresa congoleña CDMC y las exportadoras de Hong Kong East Rise y Star Dragon, así como a la milicia PARECO-FF. Curiosamente, el M23 no fue incluido en esta ronda, aunque permanece en la lista de sanciones desde 2013. Estas medidas buscan cortar el flujo financiero y dificultar la comercialización del coltan de origen ilícito.
En paralelo, el Grupo de Expertos de la ONU advirtió que entre 1.000 y 1.500 soldados ruandeses operan en áreas controladas por rebeldes, facilitando el contrabando y la gestión de una administración paralela en Rubaya. Las denuncias reavivan tensiones diplomáticas entre Kigali y Kinshasa, en un momento en que se intenta negociar un acuerdo de paz en Doha.
El gobierno congoleño y el M23 firmaron en Qatar una declaración de principios que busca sellar un acuerdo de paz antes del 18 de agosto de 2025. La mediación de Estados Unidos apunta a frenar el conflicto y establecer mecanismos de control territorial. Sin embargo, expertos señalan que mientras el M23 mantenga el control de Rubaya y su flujo de ingresos, la paz será frágil.
La combinación de intereses armados, rutas de contrabando y demanda global hace que el coltan de Rubaya sea no solo un recurso económico, sino un elemento central en el tablero geopolítico africano. La presión internacional y el seguimiento de las sanciones determinarán si esta mina deja de ser un motor de guerra y pasa a ser parte de un comercio legítimo.
The U.S. government has sanctioned PARECO, an armed group in #DRC, accused of illicit trading in minerals in eastern Congo. The armed group controlled the key coltan mining site of Rubaya from 2022 to early 2024.
— Kennedy Wandera (@KennedyWandera_) August 13, 2025
Rubaya, now controlled by M23, produces 15% of the world's coltan,… pic.twitter.com/vX18gs3XGe
El caso de Rubaya expone la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales frente a conflictos locales. La incapacidad para asegurar la trazabilidad del coltan demuestra que los mecanismos actuales son insuficientes cuando un grupo armado controla la fuente misma de producción. El reto para la comunidad internacional es doble: garantizar que las ganancias no financien la violencia y, al mismo tiempo, ofrecer alternativas económicas que no dependan de la explotación ilegal.
Si las negociaciones en Doha no logran establecer un control efectivo y verificable, el coltan de Rubaya seguirá fluyendo hacia la industria tecnológica, llevando consigo el peso de un conflicto que ni las fronteras ni las certificaciones han podido contener.