
Nadia Di Cello no necesita presentación para quienes crecieron en los 90. Su rostro, su voz y su energía forman parte de la memoria colectiva gracias a Chiquititas, la exitosa ficción de Cris Morena que hoy celebra tres décadas desde su debut.
“Me quiero morir que estoy tan vieja”, revela entre risas en el living de NewsDigitales al escuchar que se cumplen 30 años. Pero la nostalgia no le quita la sonrisa: “Feliz de esto, de que la gente lo viva como si fuese ayer. Hay una nueva generación de chicos que lo conocen gracias a internet. Y yo feliz de haber sido parte. Me encuentra en la mejor etapa de mi vida, con dos hijos que también conocen a esa Nadia chiquita y lo comparten conmigo”.
Uno de los momentos más tiernos de su presente tiene que ver con Francesca, su hija menor: “Es igual a mí. Caminamos juntas y la gente la mira, y ahí me reconocen. Es hermoso”.
Hace apenas unas semanas, Nadia cumplió un sueño que llevaba años buscando: volver a ver a Cris. “La vengo buscando hace tanto… le mandé un mail, me contestó y me invitó a ver Margarita. Lloré todo, me llenó de energía, me dijo palabras muy lindas, y Francesca pudo conocer a todo el elenco. Fue un momento mágico”.
La música, asegura, sigue siendo la banda sonora de su vida. Y hubo un episodio que la marcó especialmente: “Entré a ver Margarita y, justo al entrar al teatro, pasaban Penitas, mi canción con Ro. No la habían repetido nunca más, y ese día sonó. Fue un guiño del destino”.
Su paso por Chiquititas no fue breve: desde 1996 hasta el último año formó parte del elenco. “Para mí no fue un trabajo, fue mi vida, mi infancia. Yo decía ‘quiero estar ahí’ y lo logré. Vi cómo muchas compañeras se iban, y yo pedía que no me saquen del libreto. Mi personaje llegó a muchas familias, yo lloraba y la gente lloraba conmigo. Lo viví de verdad en mi piel”.
Entre sus recuerdos más preciados guarda una foto firmada por Romina Yan, donde le escribió: “Siempre vas a ser mi pulguita, nunca pierdas ese brillo en los ojos”. También conserva los dijes que intercambiaban antes de cada estreno y una conexión profunda con quien fuera su referente. “Romi me abrazaba, me contenía, me enseñaba. Era como una mamá y una amiga. La extraño siempre y la tengo presente. Lo mismo con Cris, que me enseñó el oficio desde el corazón”.
Hoy, Nadia sigue ligada a la actuación y asegura que cada vez que pisa un escenario vuelve a sentirse esa niña que cumplió su sueño: “Me subo ahí arriba y soy feliz. Chiquititas me marcó para siempre, y lo vivo con amor y gratitud”.