
La disputa por la soberanía de la isla Santa Rosa, en la triple frontera amazónica, escaló en los últimos días tras una serie de hechos que Lima considera provocaciones. El territorio, formado en los años setenta como desprendimiento de la isla Chinería, está bajo administración peruana, pero Colombia reclama que su surgimiento posterior a tratados históricos requiere una negociación bilateral.
En menos de una semana, tres episodios generaron un nuevo pico de tensión. Primero, un avíón militar colombiano sobrevoló la isla sin autorización; luego, un grupo de policías intentó ingresar al poblado, siendo repelidos por la Marina de Guerra del Perú; y finalmente, una bandera colombiana fue izada en el extremo norte del territorio, acción que autoridades peruanas calificaron como un acto de provocación.
El 7 de agosto, un Super Tucano A-29 de la Fuerza Aérea Colombiana fue detectado sobre la isla. Lima envió de inmediato una nota de protesta, alegando violación de su espacio aéreo y de su soberanía. La explicación de Bogotá, que sostuvo que se trataba de un "vuelo de patrullaje", fue considerada insuficiente por la Cancillería peruana.
La presidenta Dina Boluarte, desde una gira oficial en Japón, reafirmó que la soberanía peruana sobre Santa Rosa y Chinería es "indiscutible" y recordó que no existe ningún diferendo limítrofe pendiente con Colombia. Aseguró que su Gobierno responderá de forma firme a cualquier acto que intente desconocer ese principio.
Al día siguiente del sobrevuelo, un contingente de policías colombianos intentó cruzar hacia Santa Rosa alegando tareas de supervisión. Fueron interceptados por la Marina peruana, que les impidió el ingreso y reafirmó el control nacional del territorio. El hecho motivó un refuerzo inmediato de efectivos peruanos en la zona.
En paralelo, el primer ministro Eduardo Arana viajó a la isla junto a un destacamento militar, comprometiéndose a mejorar la infraestructura y los servicios públicos para los más de 3.500 habitantes del área, donde la pobreza extrema supera el 25%.
El tercer incidente ocurrió el 11 de agosto, cuando tres lanchas provenientes de Colombia desembarcaron en la punta de Santa Rosa y colocaron una bandera colombiana. Tropas del Ejército, la Marina y la Policía del Perú actuaron rápidamente para retirarla. El gesto fue interpretado como una provocación directa.
Un día después, el exalcalde de Medellín y precandidato presidencial Daniel Quintero publicó un video izando otra bandera colombiana en la isla, acompañado de un mensaje desafiante: "No podemos llorar como niños lo que no pudimos defender como hombres". La acción fue vista como un intento de capitalizar el conflicto con fines electorales.
La Cancillería peruana ha reiterado su llamado al respeto de los tratados internacionales y a mantener el canal diplomático abierto. Ambos países acordaron realizar el 11 de septiembre una inspección binacional en Lima bajo el mecanismo COMPERIF, buscando una solución técnica que evite una mayor escalada.
No obstante, analistas advierten que el tono nacionalista y los gestos de fuerza podrían dificultar el clima para un entendimiento. La situación sigue bajo observación de la comunidad internacional, que considera el Amazonas un espacio de cooperación y no de confrontación.
"Perú"
— Tendencias en el Mundo (@SoyTendencias) August 12, 2025
Porque militares peruanos están patrullando en la isla Santa Rosa en el conflicto que tienen con Colombia. Ya plantaron al ejército y se van a terminar cagando a tiros con los colombianos los hijos de re mil putas.
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Los tres incidentes recientes han elevado la temperatura política en un diferendo que, hasta hace poco, se mantenía en la esfera diplomática. La combinación de gestos militares, acciones policiales y el uso simbólico de la bandera ha generado un clima de desconfianza mutua. Es altamente probable (80%) que, si se repiten provocaciones, las conversaciones binacionales se tensen aún más.
A mediano plazo, la resolución de este conflicto dependerá de la capacidad de ambas naciones para separar los intereses internos del proceso diplomático. Si prevalece la lógica de la confrontación, el riesgo de incidentes mayores aumentará, afectando no solo la relación bilateral, sino también la estabilidad regional.