
Hace 21 años, en el Estadio Olímpico de Atenas, Emanuel Ginóbili protagonizó una de las jugadas más icónicas del deporte argentino. Con apenas 3.8 segundos en el reloj y Argentina abajo por un punto, Andrés Nocioni sacó rápido desde el fondo, Alejandro Montecchia avanzó y encontró a Manu en el carril derecho. El bahiense, pese a tener la marca encima, saltó en una bandeja acrobática y a nada de la chicharra lanzó un tiro mágico que golpeó en el tablero y entró. Fue el 83-82 definitivo ante Serbia y Montenegro, y el inicio de una epopeya dorada.
La jugada, conocida como “la palomita”, no fue solo una definición agónica. Fue la revancha emocional tras la derrota en Indianápolis 2002, donde Ginóbili había jugado lesionado. Fue también la confirmación del carácter de la Generación Dorada, que luego vencería a Grecia, a Estados Unidos en semifinales y a Italia en la final para colgarse el oro olímpico.
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— Argentina Básquet (@cabboficial) August 15, 2025
🔙 Hoy se cumplen 21 años del icónico tiro ganador de @manuginobili en Atenas para dar inicio al camino más glorioso de todos 🥇 pic.twitter.com/fGFl394jEU
Por su dificultad técnica -recibir en carrera, con marca, en un ángulo incómodo- y por el contexto histórico, muchos consideran este tanto como el doble más épico del básquet argentino. Y ante tamaña hazaña, sobrevino un alocado festejo de todo el plantel encima de Ginóbili y con el DT Rubén Magnano dando una vuelta olímpica con zapatos por todo el parquet.
“Serbia (y Montenegro) era uno de los rivales más peligrosos, por eso se festejó de esa manera. También un poquito por el rencor que había quedado guardado del Mundial. Ya desde que nos había tocado contra ellos en el sorteo se hablaba de esa revancha o desquite. Era un partido atractivo desde lo emocional. No era otra final del mundo, pero era el inicio de un camino olímpico, y en las olimpiadas los resultados son importantísimos. Todos los partidos cuentan”, recordó Andrés Nocioni hace algunos años en una entrevista con la Confederación Argentina de Básquetbol (CAB), otro de los valuartes de un equipo aguerrido, talentoso y altamente profesionalizado.
Veintiún años después, la imagen de Manu suspendido en el aire sigue viva como símbolo de coraje, inspiración y legado, un espíritu que hoy se traslada a los jóvenes como Campazzo, Laprovittola, Brussino y Gabriel Deck, que buscan que esa llama olímpica no se apague y siga latente en la competitividad de la selección argentina.