
Argentina enfrenta un desafío demográfico: el envejecimiento acelerado de su población. Este fenómeno ha impulsado la necesidad de contar con personal calificado para el cuidado y acompañamiento de los adultos mayores, una tarea que ha evolucionado de un rol informal a una profesión en pleno crecimiento. El oficio de asistente gerontológico emerge como la respuesta a esta demanda, brindando una atención integral que promueve la autonomía y la calidad de vida.
La formación en este campo se ha vuelto crucial. Expertos como Natalia Godoy, vicepresidenta de la Unión Argentina de Prestadores de Servicios Gerontológicos, señalan que la capacitación debe centrarse en un modelo de atención "centrado en la persona". Esto implica adquirir habilidades para la movilización segura, la detección de señales de alerta y, sobre todo, una comunicación empática que respete la autonomía de quienes se asisten. "Si no hay amor y empatía es imposible realizar nuestro trabajo", concluye Bea Álvarez, gerontóloga y capacitadora de la Subsecretaría de Personas Mayores de la Ciudad.
Actualmente, existen múltiples oportunidades para profesionalizarse. A nivel nacional, el Registro Nacional de Cuidadores Domiciliarios ofrece cursos gratuitos. En la Ciudad de Buenos Aires, la Ley 6571 establece un curso semestral que incluye contenidos sobre síndromes geriátricos y socorrismo. Además, entidades como la Unión Argentina de Prestadores de Servicios Gerontológicos brindan capacitación virtual, ampliando el acceso a todo el país.
El impacto de esta profesionalización es doble. Por un lado, se mejora la calidad de los servicios en domicilios y residencias, facilitando la colaboración entre asistentes, profesionales de la salud y las familias. Por otro, se fortalece la "economía del cuidado" al generar empleo formal y digno, ofreciendo una salida laboral con gran proyección en el mercado. A medida que la sociedad avanza, la figura del asistente gerontológico se consolida como un pilar de una sociedad más solidaria y responsable.