
La alianza Provincias Unidas atraviesa su primer temblor serio en San Juan. Los cordobeses Juan Schiaretti y Martín Llaryora se niegan a bajar la lista que impulsa al exintendente capitalino Emilio Baistrocchi, pese a los pedidos explícitos de sus pares y del propio Marcelo Orrego, que busca concentrar el voto opositor.
El reclamo de Orrego no es menor. En una elección que se anticipa ajustada, el frente Producción y Trabajo necesita cada voto para competir contra el kirchnerismo local y con el descontento que canaliza La Libertad Avanza. Cualquier fuga hacia la boleta de Schiaretti y Llaryora podría ser decisiva.
Los impulsores del armado federal advierten que la lista cordobesa es “testimonial” y solo servirá para fragmentar. Sin embargo, Schiaretti y Llaryora insisten en mantenerla, lo que en la práctica significa desafiar la conducción conjunta del espacio y marcar territorio propio.
Mientras tanto, los gobernadores Maximiliano Pullaro, Carlos Sadir, Ignacio Torres y Claudio Vidal se alinearon detrás de Orrego y dejaron en soledad a los cordobeses. La foto interna muestra un frente resquebrajado, con liderazgos en pugna y un claro desgaste en la idea de unidad federal.
En este contexto, la estrategia de Schiaretti y Llaryora deja un mensaje político más amplio: su prioridad no es solo disputar votos en San Juan, sino mantener autonomía frente a sus aliados y no quedar subordinados a un esquema que, para ellos, aún no garantiza beneficios claros.
El episodio refleja una tensión de fondo: la imposibilidad de consolidar un polo opositor “racional” cuando cada gobernador prioriza su propio tablero. Lo que se presenta como un frente de gobernadores puede diluirse rápidamente si no se alinean en las provincias clave.
Las próximas horas serán decisivas. Si los cordobeses no retroceden, la fractura quedará expuesta y Provincias Unidas correrá el riesgo de convertirse en un sello sin cohesión real, incapaz de ofrecer una alternativa sólida frente al avance libertario y la persistencia del kirchnerismo.