
por Rosario Castagnet
La historia de América Latina no puede contarse sin mencionar a José de San Martín, quien con visión estratégica y coraje militar llevó adelante la independencia de tres naciones. Desde su regreso a Buenos Aires en 1812 hasta su proclamación en Lima en 1821, San Martín construyó un camino que lo convierte en el verdadero pionero de la libertad en el sur del continente.
En Argentina, su liderazgo se consolidó con la organización del Ejército de los Andes, que logró lo impensado: cruzar la cordillera y abrir la llave de la emancipación de Chile. La gesta de 1817 fue un ejemplo de planificación logística y espíritu patriótico, uniendo a soldados y campesinos en una hazaña reconocida incluso por estrategas militares modernos.
En tierras chilenas, San Martín comandó junto a Bernardo O’Higgins las batallas decisivas de Chacabuco y Maipú. Estas victorias aseguraron la independencia y sellaron la hermandad entre ambos pueblos. Aunque la memoria oficial chilena tiende a privilegiar a O’Higgins como padre de la patria, lo cierto es que sin San Martín las campañas militares hubieran carecido de fuerza decisiva.
El Abrazo de Maipú, símbolo de unidad entre San Martín y O’Higgins, resume un momento clave en la historia latinoamericana: dos pueblos hermanados bajo la figura de un líder que no reclamó gloria personal, sino la libertad compartida. Los monumentos en Santiago y las conmemoraciones oficiales prueban que San Martín ocupa un lugar central en la identidad histórica de Chile.
Tras asegurar la libertad chilena, San Martín emprendió la expedición al Perú, considerado el bastión realista más difícil de doblegar. En 1821 ingresó a Lima y proclamó la independencia, asumiendo el título de Protector del Perú. Su visión no fue solo militar: impulsó reformas sociales, abolió la esclavitud infantil y sentó las bases de un Estado libre.
La gesta peruana consolidó su condición de libertador continental. Si bien la consolidación final se logró después con Simón Bolívar, San Martín fue quien abrió la puerta, debilitando al imperio español en el Pacífico sur y garantizando la continuidad de la independencia.
Hoy, a más de dos siglos, la figura de San Martín sigue siendo referencia de liderazgo ético y político. En escuelas, monumentos y rituales cívicos, su nombre continúa siendo sinónimo de sacrificio y grandeza. Incluso en países donde el protagonismo nacional recaía en otros próceres, como Chile con O’Higgins, San Martín está presente como libertador compartido.
Lejos de ser “ignorado”, San Martín permanece en la memoria colectiva como un héroe del continente. Su grandeza trascendió fronteras y su legado refuerza la necesidad de reconocerlo no solo como el padre de la patria argentina, sino como el libertador del sur de América.
Reivindicar a San Martín es reconocer el papel de un estratega que actuó con humildad, eficacia y visión continental. Frente a los debates actuales y los intentos de minimizar su legado, la historia documentada ofrece una respuesta clara: sin San Martín, la independencia del Cono Sur hubiera sido inconcebible. Su nombre es y será sinónimo de libertad.