
El fenómeno de los famosos convertidos en candidatos no es nuevo en la Argentina, pero este año adquirió una potencia particular con nombres que cruzan del espectáculo y el deporte hacia el Congreso. La más resonante es Virginia Gallardo, quien tras años en televisión decidió lanzarse a la arena política de la mano de La Libertad Avanza en Corrientes. Milei apuesta a que su popularidad televisiva pueda traducirse en votos en un distrito clave.
La jugada no deja de ser polémica. La pregunta que se abre es si la política se convierte en un simple casting de figuras conocidas más que en un espacio de debate de proyectos serios. La candidatura de Gallardo expone una lógica donde el carisma y los seguidores en redes pesan más que la trayectoria, un modelo que el mileísmo repite en distintos lugares del país.
Detrás de la estrategia hay un doble objetivo: captar el voto joven y despolitizado que reconoce a Gallardo más por sus apariciones mediáticas que por sus posiciones políticas, y al mismo tiempo desplazar a cuadros tradicionales que podrían cuestionar el liderazgo centralista de Milei. El riesgo, como ya ocurrió con otros outsiders, es que se debilite la calidad del debate legislativo.
Gallardo no es un caso aislado, pero sí un síntoma. Representa la idea de que la política puede ser ocupada por cualquiera con cierta visibilidad, incluso sin experiencia previa en gestión o militancia. La discusión es si ese “aire fresco” aporta diversidad o, por el contrario, erosiona las instituciones al transformarlas en un escenario más de la farándula nacional.
También competirán la campeona de fitness Laura Soldano en Córdoba, el exjugador Carlos “Loco” Enrique como concejal en Lanús, la periodista Evelyn Von Brocke en San Isidro y el abogado Mauricio D’Alessandro en la Tercera Sección Electoral bonaerense.