19/08/2025 - Edición Nº924

Internacionales

Dependencia riesgosa

Lula abre las puertas a China: el impacto oculto para Brasil

18/08/2025 | Mientras critica a Washington por aranceles, el presidente apuesta por capital chino, generando dudas sobre la soberanía económica.



El presidente Luiz Inácio Lula da Silva proclamó que Brasil está abierto a los negocios” durante la inauguración de una planta de la automotriz china Great Wall Motors (GWM) en São Paulo. El evento, lejos de ser un gesto de apertura equilibrada, confirmó la creciente dependencia de Brasil respecto a Pekín, en un momento de tensiones comerciales con Estados Unidos.

La fábrica de GWM, con capacidad para producir 50.000 vehículos al año y más de 2.000 empleos proyectados, fue presentada como un símbolo de confianza internacional. Sin embargo, críticos advierten que este tipo de inversiones refuerzan la penetración china en sectores estratégicos, mientras empresas tradicionales occidentales como Ford y Mercedes abandonaron el país por falta de condiciones competitivas.

El choque con Estados Unidos

Lula utilizó la ocasión para lanzar críticas contra los aranceles del 50% impuestos por Donald Trump a productos brasileños, calificándolos como una “turbulencia innecesaria”. Pero su discurso, en lugar de buscar una negociación pragmática, alimenta la idea de que Brasil se aleja de Washington justo cuando más necesita diversificar sus mercados. La apuesta por los BRICS y el alineamiento con China parecen eclipsar las relaciones con Occidente.

En este contexto, los analistas advierten que la retórica de Lula puede profundizar la brecha diplomática con Estados Unidos y afectar sectores sensibles como el agro y la energía. La confrontación con Washington no solo erosiona oportunidades comerciales, sino que también posiciona a Brasil como un actor subordinado a la agenda geopolítica de Pekín.

El riesgo de la dependencia

Mientras la planta GWM se instala como vitrina del “nuevo Brasil industrial”, la realidad es que las exportaciones automotrices dependen cada vez más de la capacidad de financiamiento e inversión de Beijing. La Anfavea proyecta un crecimiento del 38% en exportaciones para 2025, pero buena parte de este repunte se explica por la apertura de fábricas chinas. Analistas alertan que este desbalance reduce la autonomía brasileña y aumenta la exposición a los vaivenes de la política china.

Además, especialistas en política industrial advierten que esta dinámica puede desplazar a proveedores locales y concentrar aún más la cadena de valor en manos extranjeras. En vez de fortalecer la innovación nacional, Brasil podría convertirse en un simple ensamblador de productos chinos, perdiendo competitividad tecnológica en el largo plazo.

China como socio prioritario

El reciente viaje de Lula a Pekín, donde firmó más de 20 acuerdos bilaterales y recibió promesas de inversión por 27.000 millones de reales, refuerza el giro hacia Oriente. Para sus defensores, es una jugada pragmática en un mundo multipolar. Para sus detractores, se trata de una peligrosa claudicación de la política industrial y comercial de Brasil, que pone en riesgo el control nacional sobre sectores clave.

Las inversiones prometidas, aunque voluminosas, están sujetas a las condiciones de Pekín y al impacto de la política internacional. La excesiva concentración de capital chino en áreas estratégicas puede debilitar la posición negociadora de Brasil en foros globales y restarle margen de autonomía frente a sus socios occidentales.

La entrada a Brasil 

La inauguración de la planta de GWM fue presentada por Lula como una victoria diplomática y económica, pero en realidad desnuda una estrategia que subordina a Brasil a los intereses de China. En vez de fortalecer su industria con innovación y reglas claras para todos los inversores, el gobierno opta por abrirle la puerta de par en par al gigante asiático. El resultado: menos autonomía, más dependencia y un rumbo incierto para la economía brasileña.

A largo plazo, la política de Lula corre el riesgo de convertir a Brasil en un campo de disputa entre potencias, donde los beneficios inmediatos de inversión extranjera se ven opacados por la pérdida de control sobre su propio desarrollo. El costo político y económico de esta dependencia puede resultar más alto que las ventajas que hoy se celebran con entusiasmo.

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