19/08/2025 - Edición Nº924

Internacionales

Cumbre amazónica

Amazonía: el dilema de la COP30 entre simbolismo y realidad

19/08/2025 | Los altos precios, la falta de infraestructura y un proyecto vial cuestionado amenazan la cumbre climática en la Amazonía.



La decisión de celebrar la COP30 en Belém, en el corazón de la Amazonía, fue anunciada como un gesto histórico. La idea era acercar la discusión climática global al pulmón del planeta, dando protagonismo a los pueblos que habitan y protegen la selva. Sin embargo, a pocos meses del evento, la realidad muestra un escenario mucho menos idílico. La logística, los costos y los impactos ambientales han puesto en duda si la elección de esta sede cumplirá con su ambiciosa promesa.

Los problemas se multiplican a medida que avanza la preparación. Los precios de hospedaje superan los 700 dólares por noche, una cifra impensable en una ciudad con poco más de un millón de habitantes y altos índices de pobreza. La ministra brasileña Marina Silva no dudó en calificar esta situación como "pura extorsión", mientras varias delegaciones extranjeras han pedido trasladar la sede. Brasil, no obstante, se ha mantenido firme en su decisión, ofreciendo solo subsidios limitados para las delegaciones más pobres.

Escasez y sobreprecios

Belém cuenta con una infraestructura hotelera limitada para un evento que reunirá a decenas de miles de delegados, periodistas y observadores. Para compensar esta carencia, el gobierno ha recurrido a soluciones improvisadas: cruceros atracados en el puerto con 6.000 camas, alquiler de viviendas particulares y acuerdos con plataformas como Airbnb. Pese a estos esfuerzos, la demanda de habitaciones individuales sigue superando con creces la oferta, lo que mantiene la presión sobre los precios.

La falta de transparencia en la fijación de tarifas alimenta la tensión diplomática. Países africanos y delegaciones pequeñas aseguran que, con estos costos, la participación plena se vuelve inviable. Esto contradice el principio de inclusión que caracteriza a las conferencias climáticas y abre un debate sobre si la sede en la Amazonía terminará favoreciendo a los países más ricos en detrimento de aquellos más vulnerables al cambio climático.

Una ciudad con déficits

El escenario se complica aún más al observar la situación urbana de Belém. Dos tercios de sus calles carecen de pavimentación y alrededor del 40% de su población vive sin acceso a saneamiento básico. Estas carencias estructurales no solo dificultan la movilidad, sino que también proyectan una imagen de improvisación que contrasta con la magnitud del evento que busca liderar la agenda ambiental global.

Los esfuerzos del gobierno por maquillar la ciudad incluyen proyectos de infraestructura que generan controversia. El más notorio es la construcción de una autovía de 13 kilómetros que atraviesa una zona protegida, con el fin de agilizar el traslado de delegados. Lo que debía ser una vitrina de respeto al medio ambiente ha terminado provocando críticas por la contradicción entre discurso y práctica.

Símbolo en disputa

La celebración de la COP30 en la Amazonía se había planteado como una oportunidad para destacar el papel de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la protección del bioma. Sin embargo, activistas y expertos alertan de que el evento podría convertirse en un "carnaval climático", más enfocado en la mercantilización del territorio que en el fortalecimiento de la justicia climática. Esta percepción amenaza con opacar el valor simbólico de llevar la discusión al lugar más emblemático de la crisis ecológica global.

El contraste entre las expectativas iniciales y la realidad refuerza las dudas sobre el legado que dejará esta cumbre. En vez de visibilizar la Amazonía como protagonista, existe el riesgo de que quede marcada por la exclusión de muchas voces y por el impacto ambiental generado en nombre de la diplomacia internacional.


COP30, Brasil. 

Por el clima

La apuesta de Brasil por organizar la COP30 en Belém refleja una estrategia política ambiciosa: posicionar a la Amazonía como epicentro del debate climático. No obstante, los problemas logísticos y urbanísticos han expuesto la fragilidad de esa apuesta. El simbolismo de la sede choca con la incapacidad práctica de garantizar condiciones dignas y accesibles para todos los participantes.

Si bien la cumbre puede consolidar a Brasil como un actor central en la agenda ambiental, también corre el riesgo de convertirse en un ejemplo de contradicciones. El mensaje de defensa de la selva perdería fuerza si la organización se traduce en exclusión y en impactos negativos para el propio ecosistema. El desenlace marcará si la COP30 será recordada como un hito histórico o como una oportunidad desperdiciada.

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