10/09/2025 - Edición Nº946

Internacionales

Tecnología crítica

Inteligencia artificial y democracia: el dilema que nos enfrenta

19/08/2025 | El avance de la IA replantea los cimientos democráticos, entre promesas de transparencia y riesgos de manipulación.



La irrupción de la inteligencia artificial está modificando los cánones sobre los que se ha construido la democracia moderna. Si durante siglos el centro estuvo puesto en el voto y la representación, hoy las relaciones entre ciudadanos, instituciones y actores políticos están atravesadas por la tecnología. Este cambio obliga a reflexionar sobre cómo se sostendrá la legitimidad en un entorno donde los algoritmos influyen tanto como los discursos.

El fenómeno no ofrece certezas, sino interrogantes. ¿Es posible que la IA refuerce la confianza pública o la erosione más aún? ¿Qué mecanismos existen para impedir que la innovación acabe debilitando la participación ciudadana? En este escenario, las democracias se ven obligadas a replantear sus prácticas, mientras la tecnología avanza sin pedir permiso.

IA como mediador político

En la actualidad, la tecnología es el principal mediador entre representantes y representados. Plataformas digitales, redes sociales y sistemas automatizados se han convertido en el canal predominante para comunicar propuestas, fiscalizar gestiones y movilizar electores. Sin embargo, esta mediación trae consigo sesgos algorítmicos, riesgos de desinformación y opacidad en las decisiones que afectan de manera directa la calidad de la democracia.

No obstante, el panorama no es enteramente pesimista. La inteligencia artificial puede facilitar el acceso a información, abrir canales de participación ciudadana y permitir procesos más inclusivos. Desde la administración de servicios públicos hasta la elaboración de políticas basadas en datos, la tecnología abre la posibilidad de un salto cualitativo. El problema surge cuando la innovación no se acompaña de transparencia y control social efectivo.

Confianza pública en vilo

La desinformación, la polarización y la manipulación digital han deteriorado la confianza en las instituciones. En ese marco, la IA puede convertirse en una herramienta de regeneración democrática o, por el contrario, en un factor que profundice la desafección. El diseño de sistemas éticos y regulados bajo principios de responsabilidad es una condición indispensable para que la tecnología funcione como aliada.

El reto es garantizar que la inteligencia artificial se utilice para reforzar la transparencia y la rendición de cuentas, y no para encubrir decisiones o restringir derechos. Sin reglas claras, la IA corre el riesgo de convertirse en un instrumento que erosione la base misma de la participación ciudadana, debilitando los lazos entre gobierno y sociedad.

Una nueva era 

La discusión sobre democracia e inteligencia artificial no ofrece respuestas definitivas, pero marca un punto de inflexión en la evolución política global. La tecnología ya es un actor central en la democracia, la cuestión es si los sistemas políticos lograrán domesticarla para fortalecer sus instituciones o si, por el contrario, quedarán subordinados a ella.

El futuro dependerá de la capacidad de los Estados y la sociedad civil para establecer marcos éticos, regulaciones claras y mecanismos de vigilancia ciudadana. Solo bajo esas condiciones la inteligencia artificial podrá contribuir a revitalizar la democracia en lugar de minarla.