20/08/2025 - Edición Nº925

Internacionales

El poder de la comunicación

Donald Trump y la política de la imagen: el líder que decide sin hablar

19/08/2025 | De las fotos del G7 a la escenografía de la Oficina Oval, Trump confirma que su verdadero poder está en la comunicación visual: un lenguaje simple y feroz que impone jerarquía sin necesidad de discursos.



Donald Trump entendió antes que nadie que un líder sin comunicación no es un líder. Pero su fórmula no se sostiene en la palabra, sino en la escenografía: imágenes que condensan poder y subordinación en un solo encuadre.

En 2018, durante la cumbre del G7 en Canadá, quedó grabada la foto que marcó su estilo: Merkel, Macron y otros líderes presionando por acuerdos, mientras él, sentado y desafiante, transmitía la idea de que la decisión final era exclusivamente suya. Una imagen que desplazó a cualquier comunicado oficial y se convirtió en el relato dominante de aquel encuentro.

Siete años después, en la Casa Blanca, la escena se repite con otro telón de fondo. Al recibir al presidente ucraniano Volodímir Zelenski y a líderes europeos, Trump se ubicó en el centro del escritorio de la Oficina Oval. Todos los demás lo rodeaban, mirándolo como al árbitro inevitable de la guerra en Ucrania. La composición no dejaba dudas: el poder estaba sentado detrás del escritorio, no en quienes buscaban consensos.

El detalle no menor fue la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, con los brazos cruzados. Su postura reflejaba incomodidad y, al mismo tiempo, la consciencia de que aquella foto no era una simple reunión, sino una puesta en escena global que coronaba a Trump como el dueño del desenlace.


Los líderes europeos -el secretario general de la OTAN, Mark Rutte; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen; el primer ministro británico, Keir Starmer; la primera ministra italiana, Giorgia Meloni; el presidente finlandés, Alexander Stubb; el canciller alemán, Friedrich Merz; y el presidente francés, Emmanuel Macronasistieron a conversaciones multilaterales tras la reunión bilateral. 

Esa es la esencia de su estrategia: gestos mínimos que se vuelven símbolos, fotografías diseñadas para ser virales y mensajes no verbales que se instalan en el imaginario colectivo. Trump comunica en un plano emocional más que racional. No convence: impone. Y lo hace reduciendo la política a un lenguaje visual que cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, puede entender en segundos.

En la era digital, donde lo simbólico se multiplica y viaja más rápido que cualquier documento diplomático, la ventaja de Trump es clara. Mientras otros líderes se pierden en matices y explicaciones técnicas, él construye una narrativa inmediata, simple y efectiva.

El poder en el siglo XXI ya no se mide solo por armas, tratados o PIB. También se mide en quién logra fijar la imagen que define la historia. Y en ese tablero, Trump juega con una precisión quirúrgica: comunica poder sin hablar.