
La decisión del Tribunal Superior de Bogotá de conceder la libertad inmediata a Álvaro Uribe Vélez marca un giro decisivo en uno de los procesos judiciales más polémicos de la historia reciente de Colombia. El expresidente, condenado en primera instancia a 12 años de prisión domiciliaria por soborno en actuación penal y fraude procesal, fue beneficiado por una tutela que reconoció la vulneración de su derecho al debido proceso.
La jueza Sandra Liliana Heredia había impuesto la detención sin esperar la resolución de la segunda instancia, lo que abrió la puerta a un error jurídico que finalmente fue corregido. La defensa de Uribe, encabezada por Jaime Granados, celebró la decisión como la demostración de que “sí habrá justicia”, insistiendo en que el expresidente fue víctima de un proceso con motivaciones políticas.
La libertad de Uribe fue recibida con entusiasmo entre sus seguidores, que vieron en la medida una reivindicación de su líder. Desde su residencia, el exmandatario expresó: “Gracias a Dios… cada minuto de mi libertad lo dedicaré a la libertad de Colombia”. El mensaje resuena como un símbolo de resistencia frente a lo que él y su movimiento consideran una persecución judicial.
En el Congreso, voces del Centro Democrático celebraron la decisión como un triunfo institucional, subrayando que la justicia colombiana rectificó un error grave que ponía en duda la imparcialidad del sistema judicial. Para muchos, la liberación de Uribe refuerza la confianza en que la democracia sigue siendo capaz de autocorregirse.
Más allá del ámbito legal, la salida de Uribe de su prisión domiciliaria tiene profundas consecuencias políticas. El expresidente, que conserva un alto nivel de influencia dentro de la derecha colombiana, ahora podrá reinsertarse en el debate nacional en un momento clave: las elecciones legislativas y presidenciales de 2026.
Analistas destacan que su retorno al escenario público podría reconfigurar las alianzas y darle nueva fuerza a sectores que habían perdido cohesión durante su ausencia. La posibilidad de que Uribe vuelva a recorrer el país en defensa de sus ideales plantea un escenario electoral mucho más competitivo.
Gracias a Dios, gracias a tantos compatriotas por sus expresiones de solidaridad.
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) August 20, 2025
Cada minuto de mi libertad lo dedicaré a la libertad de Colombia.
Mientras el uribismo celebra, la oposición critica duramente el fallo. Líderes como Iván Cepeda consideran que la liberación constituye una forma de presión indebida sobre la justicia. Sin embargo, para los partidarios de Uribe, estas críticas son reflejo de un doble estándar: aceptar las reglas cuando convienen y cuestionarlas cuando benefician a sus adversarios.
El debate seguirá abierto, pero lo cierto es que la justicia reconoció que hubo una vulneración de derechos fundamentales. En un Estado de derecho, este principio es innegociable y está por encima de coyunturas políticas.
Acabo de recibir la boleta de libertad.
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) August 20, 2025
A las 5 pm en las calles de Sabaneta.
Después misa en María Auxiliadora.
Cada minuto de mi libertad lo dedicaré a luchar por la libertad de Colombia.
A corto plazo, el Tribunal Superior deberá pronunciarse sobre la apelación de la condena antes del 16 de octubre. Mientras tanto, Uribe gozará de libertad y podrá reorganizar su agenda política. Para sus seguidores, se trata de una nueva oportunidad de ver a su líder activo en la defensa de la democracia y la soberanía nacional.
La libertad de Álvaro Uribe no es solo una victoria personal, sino también una reafirmación del debido proceso como pilar de la justicia colombiana. El país asiste así a un momento histórico que podría redefinir tanto su panorama judicial como político.