
El 19 de mayo de 2018 el mundo entero tuvo los ojos puestos en Windsor. La boda del príncipe Harry con Meghan Markle fue seguida por millones de espectadores y se presentó como una celebración de modernidad dentro de la tradición real británica. Sin embargo, un nuevo libro reveló que la jornada no estuvo exenta de incomodidades y tensiones familiares.
Grant Harrold, exmayordomo del rey Carlos III, publicó recientemente The Royal Butler, donde expone un costado desconocido de aquel día. Según cuenta, apenas finalizada la ceremonia en la capilla de San Jorge, el príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II, murmuró: “Thank f—c that’s over” (“Gracias a Dios que esto terminó”). La frase, breve y contundente, reflejaría el alivio del duque de Edimburgo ante una boda que rompía muchas de las convenciones que él mismo había defendido durante décadas.
La unión de Harry con Meghan ya era atípica desde el inicio. La novia era una actriz estadounidense, divorciada y de ascendencia afroamericana, lo que representaba un fuerte contraste con la estricta tradición aristocrática de la Casa de Windsor. Su llegada a la familia real se interpretó como un signo de apertura, pero también generó recelos.
Durante la ceremonia se dieron varios gestos disruptivos: Meghan decidió caminar sola gran parte del trayecto hacia el altar; no contó con damas de honor como era costumbre; y eligió un sermón apasionado del obispo Michael Curry, líder de la Iglesia Episcopal de Estados Unidos, que rompió con la solemnidad habitual de los servicios anglicanos. Estos detalles, celebrados por unos y criticados por otros, marcaron la diferencia frente a anteriores bodas reales, como la de William y Kate Middleton en 2011, mucho más tradicional.
En los primeros años, Felipe mostró cierta simpatía por Meghan. Tal vez se veía reflejado en ella: él mismo había sido considerado un “outsider” al casarse con Isabel en 1947, renunciando a su ciudadanía griega y danesa para adoptar la nacionalidad británica. Pero con el tiempo, la relación se enfrió. El punto de quiebre llegó en 2020, cuando Harry y Meghan decidieron renunciar a sus roles oficiales y mudarse a California. La prensa bautizó aquel episodio como Megxit, un golpe duro para la monarquía británica que todavía genera controversia.
El comentario del duque de Edimburgo no fue un hecho aislado. A lo largo de su vida, Felipe se caracterizó por sus frases directas y, en ocasiones, polémicas. En este caso, sus palabras se recuerdan como una radiografía íntima de la tensión que ya comenzaba a rodear a Harry y Meghan, y que con el tiempo se transformaría en una verdadera crisis familiar.
Hoy, más de siete años después, el matrimonio de los duques de Sussex sigue siendo tema de debate. Instalados en Estados Unidos, con proyectos mediáticos propios y alejados de la rutina de la realeza, continúan enfrentando críticas y también cosechando apoyos. Lo cierto es que aquella frase lanzada al aire por Felipe al terminar la boda parece haber anticipado que la historia de Harry y Meghan dentro de la familia real nunca sería un cuento de hadas.