
A primera vista, el Delta Bonaerense se vincula, sobre todo, con el turismo. En ese rincón bonaerense, la postal de lanchas, arroyos y cabañas es un sello distintivo. La histórica producción frutícola se perdió, pero dejó rastros como el bambú, que crece desde hace 100 años en las islas y hoy se lo considera una alternativa para el desarrollo regional sustentable.
Se trata de una planta muy versátil, que puede usarse para construir casas, instrumentos musicales, juguetes y también como alimento. Una investigadora de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) abordó la promoción del bambú en las islas y las posibilidades y debates que abre.
“El Delta es otro mundo a metros del mundo conocido. Entre 1850 y 1950 se desarrolló la fruticultura; entre los ‘50 y los ‘80, la forestación, y a partir de los ‘90, las islas del municipio de Tigre perdieron su perfil productivo y se especializaron en el turismo”, explicó Martina Halpin, docente de la cátedra de Extensión y Sociología Rurales de la FAUBA.
Con el objetivo de volver a generar producción, trabajo y arraigo isleño, en 2008 el Programa Proyectos Sustentables para el Delta Bonaerense eligió al bambú como protagonista. “Se buscó diversificar la economía local y agregar valor a las materias primas del Delta”, resaltó Halpin.
2️⃣De💨cortavientos a recurso estratégico
— Sobre La Tierra | Fac. Agronomía (UBA) (@SLT_Divulgacion) August 18, 2025
📍El Tigre perdió la fruticultura, pero conservó bambusales silvestres
🗣️ "Crece rápido, frena erosión y se usa en construcción, juguetes e incluso comida" (M. Halpin, FAUBA)
🍽️ Curiosidad: brotes que saben a palmito y se hacen en conserva pic.twitter.com/8N3g3566Jc
“Este cultivo se introdujo hace 100 años para proteger a los frutales del viento y a las costas de la erosión. Cuando la fruticultura desapareció, el bambú siguió creciendo de forma silvestre”, destacó la docente.
Halpin destacó que el bambú “crece muy rápido, brinda distintos servicios ecosistémicos y se lo puede aprovechar de muchas maneras, ya sea para construir casas, muebles o utensilios de cocina”.
La docente forma parte de la Cooperativa Origen Delta,compuesta por 45 productores que se focalizan en difundir y agregar valor al bambú fabricando pupitres, juguetes, instrumentos musicales, utensilios para el hogar o estuches para cosmética natural. Además, explicó que los brotes de bambú son comestibles. “Yo los hago en conserva agridulce, tienen una textura similar al palmito”, detalló.
El bambú, una planta con múltiples posibilidades.
Halpin explicó que muchas personas desconocen que en el Delta del Tigre hay productores, sobre todo familiares, de pequeña escala. “Inventaron su propio trabajo al no conseguir uno de condiciones dignas en las forestaciones o en el turismo. El bambú es ideal para ellos”.
Sobre este tema, destacó que la inversión en capital es baja; alcanza con un machete, una sierra o un serrucho, herramientas comunes en las islas. Además, su cosecha requiere muchas manos y por eso, puede ser una fuente de empleo.
"La cosecha es manual porque en el cañaveral conviven cañas viejas y jóvenes, hay que saber seleccionar y tratar el material. Si se mezclan, se obtienen cañas de peor calidad y por lo tanto, menor precio. Luego de la cosecha, como es gradual, no queda una gran superficie desmontada, esto implica un menor impacto ambiental, en comparación con las forestaciones", remarcó.
La investigadora señaló que el cultivo tiene muchas ventajas, pero también hay debates en torno a su fomento. “Por ejemplo, hay quienes dicen que es invasora. En principio, hay que decir que es una familia de plantas que tiene unas 1.600 especies. Algunas se expanden más rápido, otras forman una mata más espesa, hay algunas especies nativas y otras introducidas”.
En este sentido, añadió: “Muchas veces se usa la palabra invasora de manera imprecisa. En biología o en ecología se definen criterios. Por ejemplo, cómo afecta la biodiversidad. Estudios que analizaron más de un siglo de uso de bambú en más de 100 países afirman que hubo muy pocos eventos de invasión. Si se maneja de forma adecuada, no debería traer problemas”.
Además, aclaró la situación en el Delta: “La especie más difundida en las islas, Phyllostachys aurea, es una introducida, y se expande rápido. Si yo la planto en mi casa, puede salir en la del vecino. Sin embargo, sus rizomas crecen bajo la tierra, a no más de 30 centímetros de profundidad. Así que se puede controlar fácilmente con zanjas”.
Por otro lado, la propia geografía del Delta contiene la expansión. Los arroyos y los zanjones de la isla funcionan como límites. Asimismo, la cooperativa trabaja con bambusales abandonados, por lo que mantendrían a raya un posible crecimiento desmedido.
El Programa que impulsó al bambú en las islas se discontinuó con el cambio de gobierno de la provincia en 2015. Halpin contó que están tratando de volver armar un espacio para promoverlo. “Hoy son pocas las personas que viven solo del bambú. Necesitamos dar un salto de escala, y eso es complejo sin el acompañamiento estatal”.
“El Estado podría generar una demanda sostenida y contribuir a la comunidad isleña. Podríamos proveer tableros de bambú para pupitres y brotes como alimento para las escuelas de las islas. Muchas personas tienen este bambú en el fondo de sus casas. Igual, falta incorporarlo en el Código Alimentario Argentino”.
Para cerrar, reflexionó: “Es un recurso que está creciendo a nivel global, y la Argentina viene por detrás. De a poco vamos a ir haciéndolo conocer entre las familias isleñas y también en las no isleñas. Tiene un gran potencial para el desarrollo rural sustentable”.