
La publicación en redes sociales promoviendo la candidatura de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo al Premio Nobel de la Paz ha generado estupor internacional. El régimen de Guinea Ecuatorial, señalado por la ONU y organismos de derechos humanos por su historial de represión, intenta ahora blanquear su imagen a través de un galardón reservado a la paz y la fraternidad. Se trata de una maniobra que evidencia el contraste entre la narrativa oficial y la dura realidad que vive el país.
En las últimas semanas, la ONU omitió una resolución sobre los abusos en Annobón, donde decenas de personas fueron detenidas a la fuerza por motivos políticos. En lugar de mostrar señales de apertura o rectificación, el gobierno ha optado por una huida hacia adelante: proyectar hacia el exterior un falso compromiso con la paz mientras multiplica la represión en el plano interno.
Guinea Ecuatorial no es solo el escenario de un presidente en el poder desde 1979. Su hijo, Teodoro Nguema Obiang Mangue, vicepresidente y “hombre fuerte” del régimen, encarna la perpetuación dinástica de un modelo basado en el miedo y el enriquecimiento ilícito. Ambos concentran el poder absoluto en un país con indicadores alarmantes en materia de derechos humanos, corrupción y libertades públicas.
La ironía es que mientras se promueve esta candidatura al Nobel, informes internacionales documentan torturas, detenciones arbitrarias y censura. Pretender que un régimen con tal prontuario represivo pueda representar la paz mundial es una ofensa a las víctimas y una muestra de cinismo político.
El intento de Obiang recuerda a las maniobras del expresidente estadounidense Donald Trump, quien en varias ocasiones buscó posicionarse como candidato al Nobel de la Paz mientras promovía políticas de confrontación y división. En ambos casos, se trata de líderes que intentan manipular símbolos internacionales para construir una narrativa de grandeza personal, ignorando el impacto real de sus acciones en la sociedad.
Así como Trump usó la retórica de la paz para ocultar la beligerancia de su política exterior, Obiang busca el mismo efecto: lavar con propaganda lo que la represión muestra crudamente día tras día en Guinea Ecuatorial.
La Fundación Nobel mantiene en secreto la lista de candidatos, lo que facilita que regímenes autoritarios hagan anuncios unilaterales para generar titulares sin que exista respaldo real. En este caso, la estrategia es clara: desviar la atención internacional de la resolución de la ONU que expuso a la dictadura por secuestros, torturas y segregación étnica y proyectar una imagen irreal de un gobierno preocupado por la paz y la fraternidad internacional.
A tenor de los loables esfuerzos que SE Obiang Nguema Mbasogo, Presidente de la Republica de GE viene realizando a favor del continente africano, la comunidad internacional, y muy particularmente de su pais, destacando su determinacion en la lucha contra las injusticias, la…
— Teddy Nguema (@Teddynguema12) August 24, 2025
Lejos de ser un gesto de reconciliación o apertura, la maniobra del régimen ecuatoguineano es un intento desesperado de legitimación en un momento crítico. La represión en Annobón, la perpetuación dinástica y la censura sistemática contrastan brutalmente con el discurso de paz que se quiere exportar.
Como en el caso de Trump, estamos ante el uso cínico de símbolos internacionales para fines políticos internos. El paralelismo es claro: cuando los autoritarios sienten que la presión los rodea, recurren a la propaganda más grotesca para blindar su poder. En Guinea Ecuatorial, la búsqueda del Nobel de la Paz no es más que eso: una farsa política que desnuda la psicopatía de un régimen decidido a mantenerse en el poder a cualquier precio.