
El expresidente Álvaro Uribe Vélez sorprendió al anunciar que renuncia a la prescripción en el proceso judicial que lo investiga por presunta manipulación de testigos. La decisión, presentada por su defensa ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, significa que el líder del uribismo prefiere someterse a una sentencia definitiva en lugar de cerrar el caso por el simple paso del tiempo. Con ello, el exmandatario asegura que busca demostrar su inocencia de manera directa y no bajo la sombra de un tecnicismo jurídico.
El caso contra Uribe se remonta a 2018, cuando él mismo denunció al senador Iván Cepeda por supuestamente manipular testigos en su contra. Sin embargo, la investigación dio un giro inesperado y terminó señalando al propio expresidente como responsable de intentar influir en declaraciones de exparamilitares. En 2020, la Corte Suprema incluso ordenó su detención domiciliaria, convirtiéndolo en el primer exmandatario colombiano en afrontar tal medida. Aunque recuperó la libertad meses después, el proceso continuó abierto.
La renuncia a la prescripción se lee no solo en clave judicial, sino también política. Uribe sigue siendo un actor influyente en la escena nacional y su figura divide al país entre seguidores que lo ven como símbolo de autoridad y detractores que lo acusan de ser el rostro de la impunidad. Al descartar la salida que ofrecía la caducidad, el expresidente busca enviar el mensaje de que confía en la justicia y quiere una sentencia de fondo.
Para sus críticos, sin embargo, este movimiento también puede interpretarse como una estrategia para prolongar el proceso y mantenerlo como bandera de polarización política. Al mantener vigente el juicio, Uribe no solo enfrenta la posibilidad de una condena, sino que también prolonga la atención pública sobre su figura en un momento en el que su partido, el Centro Democrático, intenta recomponer fuerzas de cara a las elecciones de 2026.
La acusación central contra Uribe radica en la presunta manipulación de exparamilitares para favorecer su versión en procesos judiciales anteriores. Aunque él siempre ha negado cualquier vínculo con estas maniobras, las pruebas recabadas por la Corte Suprema fueron consideradas suficientes para avanzar en un juicio. Renunciar a la prescripción implica que la defensa no podrá apelar a la caducidad del tiempo, lo que blinda la continuidad del proceso hasta su resolución.
Este escenario coloca al exmandatario frente a un camino complejo: si es absuelto, fortalecerá su discurso de persecución política; si resulta condenado, quedará marcado como el primer expresidente en Colombia en recibir una sentencia judicial firme por manipulación de testigos. De cualquier manera, el desenlace tendrá repercusiones tanto en el ámbito jurídico como en la arena política.
El Centro Democrático, partido fundado por Uribe, atraviesa un momento de fragmentación. Mientras algunos sectores consideran que su figura aún es necesaria como referente, otros apuntan a la necesidad de renovación para no cargar con los procesos judiciales de su líder. Esta tensión interna se agudiza frente al calendario electoral de 2026, donde el uribismo busca definir un candidato capaz de competir en un escenario cada vez más plural y fragmentado.
En este contexto, la renuncia a la prescripción también puede verse como una maniobra para cohesionar a sus seguidores bajo la narrativa de resistencia frente a lo que él describe como persecución judicial. El gesto refuerza su imagen como un líder dispuesto a dar la batalla hasta el final, incluso a costa de su propio futuro legal.
#ATENCIÓN| El expresidente Álvaro Uribe (@AlvaroUribeVel) renuncia a la prescripción de su proceso por presunta manipulación de testigos. Este es el documento radicado ante el Tribunal Superior de Bogotá
— ÚltimaHoraCaracol (@UltimaHoraCR) August 25, 2025
Vía @danielaramire_ https://t.co/vwS5QSGs2p pic.twitter.com/X3f98tTE81
La decisión de Álvaro Uribe de renunciar a la prescripción es un acto cargado de simbolismo político y judicial. Desde el punto de vista legal, despeja cualquier duda sobre una salida por tecnicismo, asegurando que habrá un pronunciamiento de fondo. Desde la perspectiva política, se convierte en un nuevo capítulo en la larga historia de polarización que ha acompañado a Colombia desde su mandato.
Con un panorama electoral agitado hacia 2026, el destino judicial de Uribe puede convertirse en un factor decisivo en la reconfiguración del uribismo y del espectro político colombiano en general. El desenlace de este proceso marcará no solo su legado personal, sino también el futuro inmediato de la derecha en el país.