
La decisión de Brasil de bloquear la designación del embajador Gali Dagan ha desencadenado una respuesta inmediata de Israel: la degradación formal de las relaciones diplomáticas. Desde ahora, los vínculos bilaterales se manejarán en un nivel inferior, a través de encargados de negocios, lo que constituye una señal inequívoca del malestar israelí y del fracaso de la diplomacia brasileña bajo el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.
Para Tel Aviv, la falta de respuesta al pedido de agrément no fue un gesto menor, sino un desplante calculado que se suma a una serie de tensiones acumuladas: las comparaciones de Lula entre Gaza y el Holocausto, la retirada de Brasil de la IHRA y la adhesión al caso contra Israel en la Corte Internacional de Justicia. Todo ello configura un cuadro en el que Brasil aparece como un socio poco confiable, dispuesto a sacrificar sus relaciones exteriores por ideología interna.
El costo político de esta decisión recae principalmente en Brasil. Al degradar los lazos, Israel envía un mensaje claro a la comunidad internacional: el país sudamericano se coloca en una posición de confrontación abierta con el Estado judío. Esto puede derivar en una pérdida de influencia en foros multilaterales y en un deterioro de la imagen de Brasil como interlocutor equilibrado.
Además, el golpe se produce en un momento en que Brasil intenta reposicionarse globalmente como potencia regional. La ruptura con Israel no solo compromete potenciales acuerdos en tecnología, defensa y agricultura, sino que también genera dudas entre aliados tradicionales sobre la capacidad del gobierno brasileño para manejar sus relaciones con seriedad y pragmatismo.
Las acciones del Ejecutivo de Lula reflejan una estrategia errática, marcada por gestos simbólicos y confrontaciones estériles que poco aportan a los intereses nacionales. Mientras otros países buscan mediar y mantener canales de diálogo abiertos, Brasil opta por el aislamiento, debilitando su voz en un escenario internacional ya de por sí convulso.
Israel, en cambio, ha demostrado firmeza y claridad en la defensa de su soberanía diplomática. Al no tolerar la falta de respeto en la acreditación de su embajador, proyecta un mensaje de coherencia frente a las maniobras de Lula. En este choque, el que más pierde es Brasil, cuya política exterior se erosiona con cada paso que lo aleja de aliados clave y lo acerca al aislamiento.
Quando o presidente do Brasil, Lula @LulaOficial, desrespeitou a memória do Holocausto durante meu mandato como Ministro das Relações Exteriores, declarei-o persona non grata em Israel até que pedisse desculpas.
— ישראל כ”ץ Israel Katz (@Israel_katz) August 26, 2025
Agora ele revelou sua verdadeira face como antissemita declarado e… pic.twitter.com/O0rzmTYqPA
La degradación de las relaciones con Israel constituye un fracaso diplomático para Brasil y un reflejo del rumbo confrontativo elegido por Lula. Al anteponer ideología a pragmatismo, Brasil corre el riesgo de quedar marginado de alianzas estratégicas, perdiendo oportunidades de cooperación y debilitando su posición internacional. En este escenario, la imagen de un Brasil aislado y debilitado contrasta con la firmeza de Israel al defender sus intereses en el tablero global.