
El nombre de Néstor "Gallo" Gesualdo quedó en la historia del fútbol argentino por una travesura que, con el tiempo, se hizo símbolo de una de las rivalidades más famosas del fútbol: la del apodo “Gallina” para River Plate.
Sin embargo, lo que pocos saben es que ese apodo no fue impuesto por la hinchada de Boca, sino que fue obra de un hincha de Banfield que prefirió mantener su identidad en el anonimato y que salió a la luz solo para esconder aquel acto que generó una larga leyenda.
Corría el año 1966. En esa época, River atravesaba un período de transiciones y decepciones. Después de la exitosa época de los años 40 y 50, en 1966 River sufrió una de sus peores derrotas: una final de Copa Libertadores contra Peñarol en Chile, que empezó ganando 2-0, pero que en el segundo tiempo terminó perdiendo 4-2.
A su regreso a la Argentina, en medio del descontento, la hinchada de River recibió con una cargada que jamás olvidaría. En el estadio de Banfield, un hincha del “Taladro” decidió hacer un acto de burla: pintó en la cancha una gallina con los colores de River, rojo y blanco, y la lanzó frente a los jugadores rivales.
Durante años, ese acto quedó como un motivo de especulación y burlas mutuas. La hinchada de River, al verse identificada con una “Gallina”, convirtió esa palabra en un símbolo de orgullo, transformando la vergüenza en un emblema de resistencia. La misma hinchada, desde la década del 70 en adelante, empezó a apropiarse del término y a usarlos con el mismo espíritu con que Boca abrazó ser “bosteros”.
En su propio relato, Gesualdo explicó a amigos y familiares que, temeroso de que los fanáticos y jugadores de River se enojaran, prefirió mantenerse en el anonimato. “En realidad, las gallinas están orgullosas de serlo”, solía decir, y ese acto de 1966 quedó enterrado en las historias de las tribunas, en una especie de misterio del fútbol argentino, que aún hoy alimenta anécdotas, memes y leyendas urbanas.