03/09/2025 - Edición Nº939

Entretenimiento

VHS

Disney y el mito de su bóveda: ¿tuviste alguna de estas películas?

01/09/2025 | El estudio creado por Walt Disney es dueño de clásicos como Blancanieves o Robin Hood.



El concepto de la “bóveda de Disney se convirtió en una de las estrategias más icónicas y controvertidas del estudio fundado por Walt Disney, responsable de clásicos inmortales como Blancanieves y los siete enanitos, Pinocho o El Rey León.

En una era previa al streaming, cuando las copias físicas reinaban, Disney creó una mística alrededor de sus películas al limitar su disponibilidad, generando una sensación de exclusividad y urgencia. Si tenías un VHS de La Sirenita o Aladdín en tu casa durante los años 80 o 90, eras parte de un grupo privilegiado, ya que estas cintas no estaban al alcance de todos en cualquier momento. La bóveda, más que un lugar físico, era una estrategia de mercado que convirtió a los clásicos de Disney en auténticos tesoros codiciados.

Originalmente, Disney concebía sus películas como experiencias exclusivas para el cine, con reestrenos programados cada siete o diez años. Blancanieves, el primer largometraje animado del estudio, marcó el inicio de este ciclo en 1937, regresando a las salas periódicamente para captar nuevas generaciones. Sin embargo, con la llegada de los videos caseros en los años 70 y su popularización en los 80, el estudio enfrentó un desafío: cómo mantener el valor de sus “joyas de la corona” en un mundo donde las grabaciones caseras, como las permitidas por el Betamax de Sony, amenazaban su control. Disney, junto con Universal, incluso demandó a Sony, argumentando que estas tecnologías ponían en riesgo sus títulos. La solución fue reforzar la exclusividad: las películas se lanzaban en VHS por tiempo limitado y luego desaparecían, “guardadas” en la bóveda hasta nuevo aviso.

La llegada de Michael Eisner como CEO de Disney en 1984 marcó un punto de inflexión. Eisner vio en el mercado de videos caseros una oportunidad de negocio sin precedentes. En 1985, Pinocho se convirtió en el primer clásico de Disney en venderse en VHS, a un precio inicial de 49.95 dólares -equivalente a casi 150 dólares actuales-, pensado principalmente para videoclubs. La estrategia era clara: si querías tener un clásico de Disney en casa, debías actuar rápido o esperar años para la próxima oportunidad. Esta táctica no solo impulsó las ventas, sino que también creó una fiebre entre los coleccionistas, quienes veían en estas ediciones limitadas una inversión. Títulos como La Bella y la Bestia o 101 Dálmatas se convirtieron en objetos de deseo, alimentando la percepción de que poseer un VHS de Disney era algo especial.

Uno de los casos más recientes de esta estrategia fue Aladdín, que tras su lanzamiento en VHS, estuvo fuera de circulación desde mediados de los 2000 hasta 2015. Otros clásicos, como Blancanieves (lanzada en VHS por primera vez en 1994), El Libro de la Selva o La Bella Durmiente, también siguieron este patrón de disponibilidad restringida. Disney justificaba esta práctica con dos objetivos: generar una sensación de urgencia que impulsara las ventas y asegurar que cada reestreno o relanzamiento captara a una nueva generación de niños y niñas. La bóveda, en esencia, transformó a las películas en eventos culturales, donde la espera y la exclusividad aumentaban su valor emocional y comercial.

Con el tiempo, la llegada del streaming y la digitalización cambiaron las reglas del juego. Plataformas como Disney+ hicieron que los clásicos estuvieran disponibles al instante, relegando la bóveda a un mito del pasado. Sin embargo, la nostalgia por aquellos VHS de La Sirenita, Peter Pan o El Rey León sigue viva para quienes crecieron en las décadas de los 80 y 90. Tener una de estas cintas era más que poseer una película; era ser parte de una experiencia única, marcada por la espera y el esfuerzo para conseguirlas. 

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