06/09/2025 - Edición Nº942

Internacionales

Represión nicaragüense

Daniel Ortega bajo presión tras la muerte de opositor

01/09/2025 | El joven opositor se convirtió en símbolo de la represión estatal en Nicaragua tras ser asesinado en una protesta en Managua.



La muerte de Mauricio Alonso Petri, ha marcado un nuevo punto de inflexión en la crisis política de Nicaragua. El hecho ocurrió durante una protesta en Managua, cuando fuerzas policiales dispararon contra los manifestantes, dejando al opositor gravemente herido. Horas más tarde, su fallecimiento se confirmó y su imagen ensangrentada comenzó a circular masivamente en redes sociales, despertando indignación dentro y fuera del país.

El régimen encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo justificó el operativo asegurando que los manifestantes participaban en “acciones desestabilizadoras”. Sin embargo, familiares y testigos desmintieron esta versión, señalando que Petri se encontraba desarmado y que la represión fue desmedida. Este contraste entre las versiones oficiales y los testimonios ciudadanos profundizó el clima de tensión política.

Un símbolo de represión

La figura de Mauricio Alonso Petri ha trascendido más allá de su tragedia personal para convertirse en un símbolo de la represión estatal. Organizaciones de derechos humanos han denunciado que su asesinato refleja una estrategia sistemática de criminalización de la protesta. Diversos informes ya advierten sobre el aumento de las detenciones arbitrarias, la persecución a opositores y el cierre del espacio público en Nicaragua.

Las imágenes de su cuerpo sin vida han sido calificadas como una de las fotografías más crudas de la represión reciente, equiparable a los registros que documentaron la violencia estatal en 2018. Aquella crisis, que dejó más de 300 muertos según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), reaparece en la memoria colectiva con el caso Petri, mostrando que las heridas de aquel episodio nunca cicatrizaron.

Reacciones internacionales

La muerte del joven opositor provocó una inmediata reacción internacional. Países de la región y organismos multilaterales expresaron su repudio y exigieron investigaciones independientes. La Unión Europea y Estados Unidos reiteraron su condena al gobierno de Ortega, advirtiendo que podrían reforzar las sanciones contra Managua si continúan los abusos sistemáticos contra la población.

En paralelo, la oposición nicaragüense ha utilizado el caso como un emblema para visibilizar la magnitud de la represión y exigir mayor presión diplomática. Voceros de los principales partidos opositores han insistido en que el país vive un “Estado policial” y que sin la intervención de la comunidad internacional será imposible detener la espiral de violencia.

El peso de la memoria de 2018

El caso Petri revive inevitablemente la memoria de la crisis de 2018, cuando la represión estatal dejó centenares de muertos y miles de exiliados. Para muchos nicaragüenses, la violencia actual es la confirmación de que el régimen nunca abandonó sus prácticas autoritarias. La falta de justicia en los crímenes pasados ha permitido que la impunidad siga siendo la norma en el país.

El recuerdo de aquellos meses sangrientos se combina ahora con el dolor presente, generando un clima de desesperanza entre la población. Sin embargo, también refuerza la convicción de quienes insisten en denunciar los abusos y mantener viva la resistencia frente al poder de Ortega y Murillo.

El triunfo del mal

El asesinato de Mauricio Alonso Petri no es un hecho aislado, sino parte de un entramado más amplio de control social y persecución política. Con un aparato estatal que prioriza la represión sobre el diálogo, Nicaragua se aleja cada vez más de cualquier horizonte democrático y refuerza su aislamiento internacional.

Si bien la imagen opositor se ha transformado en un símbolo de dignidad y resistencia, también revela la vulnerabilidad de toda una generación que enfrenta la violencia del Estado. El desenlace de este caso dependerá en gran medida de la presión internacional y de la capacidad de la sociedad nicaragüense de mantener vivo su reclamo de justicia.