
El pasado 29 de agosto de 2025, un vuelo de British Airways que partió de Londres Gatwick con destino a Sharm el-Sheikh (Egipto) tuvo que aterrizar de emergencia en Venecia luego de que varios pasajeros y miembros de la tripulación comenzaran a sentirse mal en pleno vuelo.
Según relataron los testigos, la situación se tornó caótica cuando al menos tres tripulantes se descompensaron, provocando pánico a bordo. Una pasajera, de 61 años, describió escenas de “pandemonio”: mareos generalizados, dolor de cabeza intenso y sensación de falta de aire. Otra viajera aseguró que “la tripulación entró en pánico y nadie nos daba información, no sabíamos si habíamos inhalado algo tóxico”.
Al aterrizar, el avión fue rodeado por equipos de emergencia italianos, incluyendo brigadas en trajes de materiales peligrosos (hazmat), que abordaron a la aeronave conn aparatos de respiración y equipos de escaneo para descartar la presencia de sustancias tóxicas. Los pasajeros permanecieron durante horas sin recibir explicaciones claras, mientras se realizaban pruebas en la cabina. Finalmente, no se detectaron químicos dañinos y los afectados fueron atendidos en el lugar.
El vuelo, tras un retraso de aproximadamente ocho horas, regresó a Londres y continuó hacia Egipto al día siguiente. British Airways atribuyó el desvío a un fallo técnico y sostuvo que las inspecciones no arrojaron rastros de gases peligrosos.
La aerolínea ofreció a los pasajeros una compensación de £2.130 (unos €2.500) por el vuelo cancelado y los gastos ocasionados. Sin embargo, algunos denunciaron que el reembolso fue insuficiente. Una de las pasajeras reclamó que había perdido £500 en alojamiento reservado en Egipto, gasto que no fue cubierto: “Tuvimos que pagar de nuestro bolsillo y la aerolínea no se hizo cargo”, lamentó.
El episodio del 29 de agosto no es el primero en esa misma ruta. El 23 de diciembre de 2024, otro vuelo de British Airways con destino a Sharm el-Sheikh también debió aterrizar de emergencia en Venecia tras reportarse mareos en un pasajero y tres tripulantes. En aquella ocasión, la intervención fue más discreta: se activaron protocolos de emergencia, pero las pruebas descartaron sustancias tóxicas y los afectados no necesitaron hospitalización. El vuelo continuó al día siguiente con retrasos menores y sin escenas de pánico.
@independent Firefighters in full hazmat gear boarded a British Airways flight from London to Egypt after it was forced to make an emergency landing in Italy when passengers and crew started feeling unwell. The plane diverted to Venice where it was met by emergency staff in full protective gear and scanning equipment. Click link in bio for more 🔗
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Aunque en ambos sucesos las autoridades descartaron intoxicación química, la repetición de incidentes en la misma ruta y con síntomas similares ha encendido el debate sobre la seguridad de los vuelos y la comunicación hacia los pasajeros. La gran diferencia radica en la magnitud: mientras que en 2024 el caso pasó casi desapercibido, en agosto de 2025 el despliegue de brigadas hazmat, el pánico a bordo y los testimonios dramáticos hicieron que la noticia se amplificara en medios de todo el mundo.
En la industria aérea, las aerolíneas están obligadas por ley a indemnizar a los pasajeros cuando un vuelo se cancela o sufre retrasos significativos, aunque los montos pueden variar según la jurisdicción y el motivo. El reglamento europeo de compensación (EC 261/2004) fija indemnizaciones que oscilan entre €250 y €600, dependiendo de la distancia del vuelo y las horas de demora, salvo en casos de fuerza mayor. Lo ocurrido en agosto, con un pago mayor al habitual, muestra que la empresa buscó mitigar el malestar generado por la falta de comunicación y la tensión vivida a bordo, aunque para muchos pasajeros la compensación fue insuficiente frente al trauma y las pérdidas económicas.