
El presidente Miguel Díaz-Canel emprendió una gira oficial por Vietnam, China y Laos con la promesa de reforzar lazos históricos y buscar cooperación económica. Sin embargo, el viaje ocurre en un momento en que Cuba atraviesa una de sus peores crisis en décadas, marcada por apagones constantes, inflación desbordada y un sistema de salud al borde del colapso. Para críticos dentro y fuera de la isla, la gira se presenta más como una operación de propaganda internacional que como una respuesta real a las necesidades urgentes de la población.
El contraste entre los discursos oficiales y la vida cotidiana es notorio. Mientras Díaz-Canel celebra “naciones hermanas” y habla de proyectos agrícolas o farmacéuticos en el exterior, en las calles cubanas escasean alimentos básicos, medicinas y combustibles. Este desfase alimenta la percepción de un liderazgo desconectado de la realidad, que prefiere reforzar alianzas ideológicas antes que aplicar reformas profundas en el plano interno.
Uno de los puntos más polémicos ha sido el costo del viaje. Según reportes independientes, Díaz-Canel y su esposa se trasladaron en un avión arrendado cuyo alquiler superaría los 11 mil dólares por hora de vuelo. Esta cifra contrasta con los bajos salarios en la isla, donde la mayoría de los trabajadores no alcanza a cubrir necesidades básicas. La ostentación del viaje alimenta la indignación ciudadana y exhibe una doble moral en un régimen que predica austeridad pero gasta millones en traslados de lujo.
La delegación presidencial incluye a ministros y altos funcionarios, lo que multiplica los gastos de protocolo y estadía. Para sectores críticos, se trata de un tour diplomático con sabor a derroche, que no garantiza beneficios inmediatos para la economía local. La pregunta que se repite es: ¿de qué sirve estrechar lazos con potencias asiáticas si la población sigue atrapada en colas interminables, apagones y hambre?
Más allá de los aspectos económicos, la gira revela la persistencia de una diplomacia anclada en la retórica socialista. Vietnam, China y Laos representan socios históricos, pero también refuerzan un modelo político que legitima la falta de libertades y la concentración de poder. Al aferrarse a estos vínculos, el gobierno cubano no solo busca cooperación, sino también validación ideológica en un mundo cada vez más crítico con los regímenes autoritarios.
Los anuncios de cooperación en agricultura o biotecnología, aunque relevantes en papel, son percibidos como paliativos simbólicos frente a un sistema económico profundamente deteriorado. En lugar de diversificar relaciones o impulsar reformas internas, el oficialismo apuesta a una dependencia creciente de aliados externos, reproduciendo el mismo esquema que llevó a la isla a una frágil situación estructural.
Con un solemne y emotivo homenaje en el Mausoleo al Presidente Ho Chi Minh, el presidente de #Cuba Miguel Díaz-Canel Bermúdez inició la jornada del lunes en Viet Nam.https://t.co/k7aejPzwd9#Centrovision #SanctiSpíritusEnMarcha pic.twitter.com/bErafzWl70
— TVEspirituana (@TVEspirituana) September 1, 2025
La gira de Díaz-Canel por Asia puede traer fotos solemnes y comunicados optimistas, pero difícilmente ofrecerá soluciones concretas a la crisis cubana. La desconexión entre el discurso internacional y la realidad local revela un liderazgo más preocupado por su imagen global que por atender las demandas de la ciudadanía. En ese contraste se juega la legitimidad de un régimen que insiste en buscar oxígeno fuera mientras su pueblo asfixia adentro.