El 1 de septiembre de 2025, miles de niños en Jarkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, comenzaron el año escolar de una manera extraordinaria: dentro de aulas subterráneas construidas para protegerlos de los ataques rusos. Esta medida refleja la magnitud de la guerra que, desde febrero de 2022, ha golpeado duramente a las ciudades ucranianas con bombardeos aéreos, misiles de largo alcance y ataques de artillería, dejando escuelas, hospitales y edificios civiles dañados o destruidos.
Las instalaciones subterráneas, algunas ubicadas hasta tres pisos bajo tierra, están equipadas con ventilación, electricidad, calefacción y mobiliario escolar. En Jarkov se han habilitado siete escuelas de este tipo, con capacidad para albergar a miles de estudiantes. Para adaptarse a los espacios reducidos, muchas aulas funcionan en turnos, permitiendo que todos los alumnos reciban clases sin poner en riesgo su seguridad.

En Bobryk, una aldea cercana a la línea del frente, una escuela tradicional fue trasladada a un sótano renovado, con todas las medidas de seguridad necesarias. Los pasillos se han reforzado y se han instalado sistemas de alarma, lo que garantiza que los niños puedan estudiar incluso si se producen bombardeos cercanos. Los docentes, acostumbrados ahora a este entorno, han adaptado los métodos de enseñanza y la organización de los cursos para que el aprendizaje sea lo más normal posible.
Desde la invasión rusa de 2022, Ucrania ha enfrentado un conflicto prolongado que ha afectado no solo a la infraestructura física, sino también a la vida cotidiana de millones de personas. Las ciudades del este y sur del país son las más afectadas, y Jarkov, como centro industrial y cultural, ha estado en la línea de fuego. Muchos niños han sido desplazados, y la continuidad educativa ha sido uno de los principales desafíos del gobierno ucraniano.
Ante esta situación, las autoridades locales y nacionales, con apoyo de organizaciones internacionales, han impulsado medidas innovadoras para garantizar que los estudiantes no pierdan el año escolar. Las aulas subterráneas, estaciones de metro y refugios adaptados se han convertido en el nuevo espacio de aprendizaje, combinando seguridad y educación en condiciones extremas.

Las aulas subterráneas no son simples refugios; están diseñadas para replicar lo más posible la experiencia de una escuela normal. Cada espacio cuenta con:
Salones equipados con pizarras, escritorios y materiales de estudio.
Sistemas de ventilación y purificación de aire.
Generadores eléctricos y reservas de agua para garantizar autonomía en caso de cortes.
Rutas de evacuación señalizadas y entrenamientos regulares de seguridad para docentes y alumnos.
Además, se han implementado protocolos de emergencia que permiten que los niños sean evacuados rápidamente a áreas aún más seguras si se detecta un ataque cercano.
Si bien la seguridad física es prioritaria, los especialistas destacan que estas medidas también buscan proteger la salud emocional de los niños. La guerra ha generado miedo y ansiedad, y la continuidad escolar en aulas seguras ayuda a mantener rutinas, estabilidad y un sentido de normalidad. Los docentes y psicólogos trabajan conjuntamente para apoyar a los estudiantes, fomentando espacios de diálogo y actividades recreativas dentro de los refugios.
El gobierno ucraniano continúa evaluando la efectividad de estas aulas subterráneas y planea expandir la medida a otras ciudades afectadas por la guerra. Se analizan mejoras en la infraestructura, como sistemas de comunicación más avanzados y equipamiento tecnológico que permita educación a distancia en caso de emergencia, garantizando que el aprendizaje no se interrumpa.
Esta experiencia subraya la resiliencia de Ucrania frente a un conflicto prolongado, y cómo la educación se adapta incluso en los contextos más extremos para asegurar que los niños puedan continuar aprendiendo y creciendo a pesar de la guerra.