
El 17 de agosto de 2025 marcó un antes y un después en Bolivia. Por primera vez en casi dos décadas, el MAS quedó fuera de la carrera presidencial. Los candidatos que competirán en la segunda vuelta son Rodrigo Paz y Jorge “Tuto” Quiroga, dos figuras que lograron capitalizar el malestar social frente a la crisis económica. La sorpresa no estuvo en la campaña, sino en la contundencia de un voto que castigó la gestión oficialista.
La escena refleja cómo la macroeconomía se volvió el centro de la política. El déficit de dos dígitos, la deuda pública cercana al 95% del PIB, las reservas internacionales en mínimos históricos y un dólar paralelo que duplicó al oficial reconfiguraron la agenda ciudadana. En este clima, las promesas de continuidad quedaron relegadas frente a la exigencia de un rumbo claro hacia la estabilidad.
La inflación acelerada, impulsada por la escasez de divisas y el desajuste cambiario, golpeó de lleno al bolsillo. Las familias enfrentaron precios imprevisibles y colas para conseguir combustible, una imagen inédita para una generación que creció bajo la estabilidad del modelo anterior. El voto en las grandes ciudades y en regiones tradicionales del MAS mostró que la paciencia social tiene límites.
El déficit fiscal es otro frente crítico. Los subsidios a los combustibles, que consumen más de 3.000 millones de dólares al año, desplazaron inversión y gasto social. El financiamiento vía emisión monetaria y deuda creciente provocó mayor desconfianza, mientras la falta de dólares restringió importaciones básicas. Este círculo vicioso desgastó la confianza y profundizó la sensación de crisis.
El tipo de cambio oficial, mantenido en torno a 6,96 BOB/USD, se convirtió en un dato simbólico más que real. El mercado paralelo duplicó esa cifra, y el desfase terminó erosionando la credibilidad del Banco Central. La brecha cambiaria se volvió política, reflejando la incapacidad de sostener un modelo sin respaldo en reservas suficientes. Para la población, el problema se tradujo en inflación y desabastecimiento.
Los subsidios energéticos, lejos de resolver la situación, acentuaron el desequilibrio. Destinar el equivalente a cuatro puntos del PIB para mantener precios artificiales solo agravó la escasez de divisas. El próximo gobierno deberá rediseñar este esquema con urgencia, incorporando medidas de focalización y transparencia, porque el margen fiscal ya no permite sostenerlo en su formato actual.
La derrota del MAS no se explica solo en cifras económicas, pero ellas fueron decisivas. La fractura interna entre Luis Arce y Evo Morales debilitó la campaña y abrió paso a un inédito 19% de voto nulo promovido por el propio expresidente. El oficialismo, que había gobernado con mayorías holgadas entre 2006 y 2019, quedó reducido a su mínima expresión parlamentaria.
La oposición, en cambio, logró un pacto tácito de convivencia. Paz se consolidó como un candidato de centro pragmático, mientras Quiroga apeló a su experiencia como reformista. Ambos evitaron discursos radicales y apostaron por la idea común de estabilidad económica, un paraguas bajo el cual distintos sectores pudieron coincidir.
El 19% de votos nulos fue un fenómeno político por sí mismo. No solo redujo las posibilidades del MAS, sino que también mostró la desafección de una base social con sus propios dirigentes. Para muchos, fue una forma de protesta organizada ante la falta de opciones atractivas dentro del oficialismo.
De cara al balotaje de octubre, este electorado será determinante. Los analistas coinciden en que los votos nulos deberán definirse entre dos proyectos distintos de estabilización macroeconómica. La discusión ya no es si habrá ajuste, sino qué tipo de ajuste y con qué efectos sociales.
El nuevo Congreso deja a un MAS debilitado y a una oposición obligada a construir consensos. La gobernabilidad dependerá de acuerdos mínimos en tres áreas: disciplina fiscal plurianual, corrección gradual del tipo de cambio y un plan de inversión productiva que reactive el gas y el litio. La ausencia de consensos podría desgastar cualquier gobierno en cuestión de meses.
Una oportunidad se abre si el próximo presidente logra recuperar el acceso a financiamiento internacional. Para ello, serán claves la transparencia estadística, la autonomía del Banco Central y la reforma de los subsidios. En definitiva, lo que demanda la ciudadanía es una sola cosa: previsibilidad.
Cotización de los bonos soberanos 2028 en el último mes. Claramente, el sobre optimismo ante el resultado de las elecciones del 17 de agosto en Bolivia se ha ido desvaneciendo rápidamente. Barbas en remojo. pic.twitter.com/kmfaQNQVsv
— Mauricio Ríos García (@riosmauricio) September 2, 2025
El desenlace electoral en Bolivia demuestra que cuando la economía se desordena, la política se reconfigura. Probabilidad estimada: 80% de que el deterioro macroeconómico haya sido el factor decisivo detrás del voto. La estabilidad se convirtió en el bien más valorado y en el punto de convergencia de los electores.
El desafío inmediato para el próximo gobierno será implementar un plan de ajuste creíble y socialmente sostenible. De lo contrario, el país enfrenta un riesgo de crisis financiera y cambiaria del 70% en el corto plazo. La lección que deja Bolivia es clara: sin estabilidad macroeconómica, no hay proyecto político que resista.