06/09/2025 - Edición Nº942

Internacionales

Seguridad hemisférica

Ataque en el Caribe: el movimiento de Estados Unidos que sacudió a la región

03/09/2025 | Tras un ataque que dejó 11 muertos en alta mar, EE.UU. reafirma su estrategia de intervención directa contra organizaciones narcoterroristas.



El secretario de Defensa de EE.UU., Pete Hegseth, dejó claro que el operativo letal realizado la semana pasada contra un barco sospechoso de narcotráfico no es un hecho aislado, sino el inicio de una política sostenida contra los cárteles. “Tenemos activos en el aire, en el agua y en barcos... esta misión es sumamente seria”, afirmó. Además advirtió que cualquier grupo designado como narcoterrorista enfrentará una respuesta igual o peor.

Sus palabras buscan transmitir determinación, pero al mismo tiempo revelan la magnitud de un giro estratégico que coloca a los cárteles en la misma categoría que actores terroristas. Este enfoque eleva el nivel de confrontación y legitima el uso de herramientas militares en un terreno donde antes predominaban acciones policiales y de cooperación internacional.

El ataque en el Caribe

Este giro marcó un punto de inflexión en la política antidrogas de EE.UU., luego del ataque que el 2 de septiembre dejó al menos 11 muertos en aguas internacionales del Caribe. El hecho ocurrió durante un bombardeo militar contra una embarcación venezolana vinculada al cártel Tren de Aragua, considerado por Washington una de las organizaciones criminales más peligrosas de la región.

La acción, primera de este tipo bajo la administración Trump, rompe con el paradigma tradicional de interdicciones navales. Representa además un precedente delicado en términos legales, pues implica el uso de fuerza letal sin posibilidad de captura ni juicio previo, algo que genera debates intensos en foros jurídicos internacionales.

Legalidad y controversias

La legalidad de estas operaciones, especialmente cuando se realizan fuera del territorio estadounidense, es cuestionada por expertos en derecho internacional. Algunos consideran que podrían constituir violaciones de soberanía o incluso actos de guerra, dado que no cuentan con autorización de los países afectados ni de organismos multilaterales.

En paralelo, organismos de derechos humanos han advertido sobre el riesgo de que se normalicen ataques unilaterales, debilitando el principio de debido proceso y aumentando la vulnerabilidad de comunidades civiles en las zonas donde operan los cárteles. Este debate amenaza con abrir una brecha diplomática aún mayor entre Estados Unidos y América Latina.

Reacciones regionales

A nivel regional, la ofensiva ha desatado tensiones inmediatas. El secretario de Estado Marco Rubio se reunió con la presidenta de México Claudia Sheinbaum, quien rechazó categóricamente cualquier intervención militar extranjera. Aunque reiteró su disposición a colaborar en materia de inteligencia y seguridad, dejó claro que la soberanía mexicana no está en discusión.

Otros países latinoamericanos, como Venezuela, aprovecharon la situación para denunciar lo que consideran una agresión encubierta de Washington. La narrativa de “defensa de la seguridad” de Estados Unidos es interpretada en Caracas como una excusa para expandir su influencia militar en la región.

Acciones y nueva visión 

Esta decisión implica una escalada significativa en la política exterior estadounidense: pasar de la asistencia y cooperación a acciones militares directas contra organizaciones criminales en aguas o territorios extranjeros. El impacto de esta estrategia puede alterar los equilibrios diplomáticos y transformar la forma en que se aborda la lucha contra el narcotráfico.

Aunque se busca frenar el flujo de narcóticos hacia EE.UU., este enfoque plantea dos grandes desafíos: por un lado, el riesgo de que se consolide una práctica ilegal a nivel internacional; por otro, la posibilidad de que América Latina perciba la ofensiva como una imposición más que como una cooperación, lo que generaría resistencias adicionales.

En síntesis, EE.UU. ha cruzado un umbral con estas operaciones: ahora persigue a los cárteles no como enemigos del Estado, sino como “narcoterroristas”, utilizando su poder militar más allá de sus fronteras. La pregunta, ahora, es si esta estrategia cerrada será efectiva o si solo profundizará conflictos y resentimientos en la región.

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